Un Papa no es un secretario general de la ONU

¿Fue Francisco un papa reformista? Sí, como todos sus predecesores. No hay Papa que no intente reformar un poco la iglesia, en un sentido o en otro. Francisco, como Pablo VI, se ha esforzado en adecuar la praxis católica a los usos de su tiempo

Dice la leyenda que, en 1959, Juan XXIII decidió anunciar la celebración de un concilio modernizador de forma moderna, mediante una entrevista, la primera de un Papa, con el periodista más famoso de Italia, Indro Montanelli. Y que Montanelli dedicó los titulares y los principales párrafos a vaguedades sobre la paz en el mundo, relegando la gran noticia a unas pocas frases a mitad del texto.

Por supuesto, las cosas no fueron exactamente así. La entrevista se publicó el 29 de marzo y el concilio ya había sido anunciado el 25 de enero. Sí es cierto que la entrevista resultó un desastre. El director del Corriere della Sera, Mario Missiroli, se escandalizó ante el hecho de que un Papa se dejara entrevistar y de que hablara con un periodista (la estrella del propio Corriere) en italiano, y no en latín. Missiroli se negó a dedicarle la primera página del periódico. Montanelli, por su parte, no hizo preguntas sobre el concilio. Le interesaba más la opinión papal sobre la guerra fría y el avance del comunismo.

El Concilio Vaticano II (1962-1965) supuso una revolución: la misa dejó de celebrarse en latín, el catolicismo se abrió al diálogo interreligioso y el poder del Papa se redujo, en beneficio del colegio episcopal. Aún colean los conflictos y divisiones abiertos por el Vaticano II en la iglesia católica, y, 60 años después, volverán a plantearse en el próximo cónclave.

Todo esto refleja las dificultades del mundo para comprender la iglesia, un organismo a la vez multinacional y centralizado con 20 siglos de historia. Dicho de otra forma, lo que se percibe desde el exterior del Vaticano no tiene mucho que ver con lo que ocurre intramuros y con las auténticas prioridades papales.

La distorsión ha resultado evidente tras la muerte de Francisco: la política y la prensa destacan sus posiciones sobre la inmigración, la guerra o las desigualdades sociales, como si Jorge Bergoglio, más que Papa, es decir, vicario de Cristo ante la comunidad católica, hubiera sido secretario general de la ONU o algo parecido.

¿Fue Francisco un Papa reformista? Sí, como todos sus predecesores. No hay Papa que no intente reformar un poco la iglesia, en un sentido o en otro. Francisco, como Pablo VI, se ha esforzado en adecuar la praxis católica a los usos de su tiempo. Ha intentado que los divorciados y los homosexuales se sientan mejor acogidos y ha dado pasos firmes para acabar con el horror de la pedofilia clerical. Su sucesor podría moverse en sentido contrario, no en cuanto a la pedofilia (esperemos) sino respecto a lo otro: los movimientos regresivos, los que añoran a Joseph Ratzinger y la iglesia anterior al Concilio Vaticano II, son fuertes.

Desde Pío XII, el último Papa traumatizado por la pérdida de los Estados Pontificios a causa de la unificación italiana (1870), los pontífices parecen haber seguido un ritmo alternante entre los rigoristas doctrinales y los populistas ecuménicos (los términos son inexactos pero relativamente comprensibles). Pío XII (rigor), Juan XXIII (populismo), Pablo VI (rigor), Juan Pablo II (populismo), Benedicto XVI (rigor), Francisco (populismo). No se incluye a Juan Pablo I por la brevedad de su papado, sólo 33 días. De mantenerse la pauta, el cónclave debería elegir a un rigorista.

Eso carece de traducción ideológica. Pablo VI fue un rigorista progresista que, en nombre del ecumenismo, dejó decaer la prohibición (Pío XII, 1949) de votar a los partidos comunistas. Juan Pablo II fue un populista reaccionario y furiosamente anticomunista. Francisco ha sido considerado un populista progresista. Pero el término “progresista” es laico y se refiere a la interpretación desde el exterior.

Juan Pablo II, con todo su carisma y su éxito internacional, descuidó la gestión y dejó la iglesia hecha unos zorros: dividida, mal administrada, con gravísimos casos de corrupción, abusos y pedofilia. Benedicto XVI, que fue la mano derecha de Juan Pablo II, hizo en cuanto ocupó el papado lo contrario que su predecesor: apeló a la razón en lugar del carisma y acabó abrumado por una iglesia que le parecía indirigible. Francisco, el primer Papa no europeo, ha intentado poner orden en lo más pedestre, lo relativo a la avaricia y la lujuria en el clero, y abrir la iglesia a los cinco continentes y a las minorías marginadas. ¿Es eso progresismo? Hasta cierto punto, podría serlo.