¿Dónde están los 400 millones del señor Mir? La herencia del gran filántropo catalán termina en el juzgado

Una jueza imputa a los tres albaceas, entre ellos el oncólogo Josep Tabernero, del empresario químico Pere Mir por administración desleal de la herencia

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La discreción asociada a las grandes fortunas catalanas ha terminado para la fundación Cellex. La entidad que heredó el cuantioso patrimonio del empresario químico y gran filántropo catalán Pere Mir, hasta ahora conocida tan solo por su crucial impulso de la investigación científica, ha saltado a la crónica judicial.

Una magistrada de Barcelona mantiene imputados a tres albaceas de Mir, fallecido en 2017, por administración desleal de la herencia. Se trata de Jorge S., expresidente de la fundación Cellex, el abogado Juan Francisco C., y el oncólogo y exmédico del filántropo Josep Tabernero, director del Vall d’Hebron Institut d’Oncologia (VHIO). Una portavoz del VHIO ha señalado que Tabernero declina comentar el caso y ha añadido que la imputación del médico es “ajena” a la institución.

Mir, residente en Suiza desde hacía décadas, murió sin descendencia en 2017 y manifestó que todo su patrimonio debía ir al mecenazgo y a la asistencia social en Catalunya. Antes de su muerte, las aportaciones a la fundación Cellex se hacían a través de donaciones provenientes de una de sus empresas con sede en Luxemburgo.

La voz de alarma la dio Àngel Surroca, que fue consejero delegado y gestor de Derivados Forestales, la empresa propiedad de Mir. Surroca fue el organizador de la fábrica en los años 50 y 60 y auspiciador en la sombra del imperio de Mir, más interesado en la química que en la gestión del día a día. Sin embargo, desde la venta de Derivados Forestales en 2006, la mano derecha de Mir fue Jorge S., nombrado después presidente de su fundación.

En 2023, Surroca, de la mano de su abogado, Josep Cruanyes, advirtió a la subdirección general de entidades jurídicas que “estaba en cuestión” que la herencia y el patrimonio “del señor Mir” se hubieran puesto “a disposición” de la fundación Cellex.

La denuncia de Surroca, a la que ha tenido acceso elDiario.es, pedía a la Generalitat “aclarar el destino” de los 400 millones de fortuna de Mir y señalaba a los albaceas por, al menos, no haber cumplido por sus obligaciones y no haber realizado el inventario de bienes de la herencia del empresario. 

Toda la herencia de Mir, alertó Surroca, estaba envuelta de “opacidad”: dos meses antes de morir, Mir designó albaceas a Jorge S., Juan Francisco C., abogado domiciliado en Andorra, y a Tabernero. Las sobrinas de la mujer de Mir (fallecida un año después que su marido), agregó Surroca, no pudieron ver el testamento y los albaceas, siempre según la versión de Surroca, “les dieron un vitalicio” de 14.000 euros mensuales “a condición de que no reclamaran el testamento ni hicieran acción alguna con relación a la herencia”. 

Además, Surroca advertía de una operación “irregular”: la donación que, casi dos años después de la muerte de Mir, se hizo Tabernero, a su vez albacea del filántropo, de una casa en Baqueira Beret propiedad de una de las empresas que gestionaba el patrimonio del empresario. La mitad de la finca, valorada en un total de 954.000 euros, fue donada por la sociedad (que administraba Jorge S.) al oncólogo y la otra mitad a su mujer.

Tras analizar la denuncia de Surroca, la Generalitat dejó el caso en manos de la Justicia y los Mossos d’Esquadra. La policía catalana, en un informe adelantado por La Vanguardia, mantiene que los albaceas “habrían ocultado intencionadamente una parte muy importante del patrimonio del matrimonio para su propio beneficio, quedando así fuera de los bienes que la fundación Cellex recibió”.

Dos años después, la conselleria de Justicia de la Generalitat ha asumido por orden de la magistrada Myriam Linage la administración de las fundaciones privadas Cellex y Mir Puig y de sus cuatro sociedades mercantiles asociadas, a cuyos patronos y administradores ha cesado la jueza. El caso todavía se encuentra en fase de instrucción.

Un imperio desde el Montseny

Fundada en 1942, Derivados Forestales empezó siendo una empresa pequeña a las faldas del Montseny, en el pueblo de Sant Celoni, pero terminó en imperio millonario gracias a su invención de productos destilados de la madera líderes en venta en todo el mundo. Lo relata el propio Surroca en el libro De la fusta a la fusta, que aportó en su denuncia ante la Generalitat.

Las cuantiosas ganancias permitieron a Mir formar un imperio, que repartió en distintas sociedades en distintos países (Luxemburgo, Panamá, Reino Unido, Suiza, donde vivía habitualmente, y España). Mir tenía cuentas bancarias en Reino Unido, Andorra, Suiza y España.

La tarea de la magistrada Myriam Linage no es sencilla: debe comparar el patrimonio existente justo antes de la muerte de Mir con el que tiene su fundación actualmente y comprobar si sus albaceas lo gestionaron de acuerdo con sus últimas voluntades.

En teoría, el último deseo que siempre manifestó Mir era donarlo todo para la ciencia y la investigación, pero, según Surroca, no le fue posible tener “acceso” a la copia del último testamento de Mir dos meses antes de morir (en los que designa albaceas a los tres investigados).

El que fuera mano derecha de Mir en Derivados aportó a la Generalitat solo un listado parcial de bienes y patrimonio propiedad del filántropo que ya da cuenta de su ingente patrimonio y que incluye, entre otros, un edificio entero en el Passeig de Sant Joan de Barcelona, dos casas en Suiza o fincas en Argentina, además de un Rolls-Royce.

En cambio, en los activos que la fundación Cellex menciona en sus memorias anuales solo aparece un bien inmobiliario en dos de los informes (2018, un año después de la muerte de Mir, y 2019). Se trata de casa en Suiza por valor de medio millón de euros. A partir de 2020, Cellex asegura no disponer de bienes inmobiliarios.

En los distintos informes anuales tras la muerte de Mir de la fundación, sí constan cuentas corrientes de hasta 13 millones de euros en Londres, así como acciones por valores millonarios en varias empresas en Suiza.

Quien se presume que sí debe conocer más datos es Hacienda, quien tras la muerte de Mir reclamó varios millones de euros a la fundación heredera de su patrimonio al considerar que antes de su fallecimiento, cuando el matrimonio volvió a Catalunya para recibir atención médica, eran residentes fiscales en España, y, por lo tanto, debían tributar en nuestro país.

Así lo hizo constar la fundación en sus memorias, si bien el pleito acabó resolviéndose en favor de Cellnex. Según su última memoria, de 2023, Hacienda ha devuelto a la fundación 18,4 millones de actas pagadas.

La finalización del contencioso con Hacienda permitió a la fundación recuperar la labor filantrópica, paralizada durante tres años debido al pleito. En 2023, la entidad otorgó ayudas por valor de 7,3 millones, cifra solo superada por las donaciones de 2017, que ascendieron a 9,8 millones.

Casi todos los grandes hospitales catalanes (Clínic, Vall d’Hebron, Sant Pau, Sant Joan de Déu) y Universidades (Barcelona, Politècnica y Pompeu Fabra), así como centros de investigación asociados, recibieron donaciones de Pere Mir en vida. Ahora la jueza investiga si un desfalco impidió que siguieran tras su muerte.