Hace ahora diez años, el expresidente del país sudamericano conoció La Puebla de Albortón, donde nació a finales del siglo XVII el abuelo de José Gervasio Artigas, el libertador uruguayo
Gervasio Artigas, el héroe de la historia de Uruguay con raíces en el pueblo zaragozano de la Puebla de Albortón
El 15 de septiembre de 2015 no fue un día cualquiera en La Puebla de Albortón, un pequeño municipio en la zaragozana comarca de Campo de Belchite. Esa jornada la localidad se visitió de gala para recibir a José Mujica, expresidente uruguayo que desde hacía tiempo tenía un sueño: conocer de primera mano los orígenes de José Gervasio Artigas, libertador del país sudamericano cuyo abuelo Juan Antonio Artigas nació ahí mismo.
“Tengo que dar gracias a la vida porque mis viejos huesos al fin me pudieron traer aquí”, arrancó ese día Mujica, según recuerdan las crónicas de entonces. El mandatario –fallecido este martes– lo había intentado dos años antes, pero la enfermedad se lo impidió. En 2015 pudo conseguirlo, y su visita supuso toda una revolución para una localidad situada en plena estepa belchitana.
De La Puebla de Albortón salió Juan Antonio Artigas –nacido en 1693– a principios del siglo XVIII tras alistarse como soldado y emigrar a América a las órdenes de Bruno Mauricio de Zabala, primer gobernador de Montevideo, según contó la Agencia EFE. Y ahí regresó Mujica, quien encabezó una delegación uruguaya y que inauguró en la localidad la denominada plaza de la Integración, en una jornada que sirvió para intensificar los lazos entre España y Uruguay.
“No se vive de nostalgia”
El expresidente uruguayo reconoció que fue “en un momento amargo” cuando sintió que tenía que venir a esta tierra, aunque a continuación reconoció –en su habitual tono profundo– que “no se vive de ayer, de nostalgia”, sino que “se vive hacia el mañana; siempre hay que saber de dónde se viene para tener una idea de hacia donde se debe ir”.
Según expresó Mujica, la tierra belchitana era el origen “de un hombre muy singular, libertario y republicano no solo en el pensar sino en el vivir”, y cuyos ideales debían “cuidar y transmitir”.
Según el presidente de la Comisión de Asuntos Internacionales de la Cámara de Representantes de Uruguay, Jaime Trobo, Artigas fue “un hombre moderno para su época, un libertario, un admirador de la revolución americana que quiso establecer provincias unidas que fueran independientes pero sobre las que prevaleciera el principio de la libertad en toda su extensión imaginable: religiosa y política y respetando la libertad de los demás.
La plaza de la Integración –financiada por el país sudamericano– se levantó sobre los terrenos en los que supuestamente se ubicaba la casa natal del abuelo de Gervasio Artigas. Por entonces La Puebla de Albortón contaba ya con una biblioteca dedicada al libertador uruguayo, inaugurada seis años antes, y que albergaba una réplica del busto que el escultor aragonés Pablo Serrano dedicó al prócer y cuyo original se encuentra en Montevideo.
Un momento de la visita de Mújica a La Puebla de Albortón, junto con el expresidente aragonés Javier Lambán.
Mujica fue acompañado en La Puebla de Albortón por las autoridades locales y también autonómicas. El entonces presidente, Javier Lambán, fue uno de los más conmovidos por la presencia de Mujica. El exdirigente socialista, que consideraba al mandatario uruguayo un “personaje fascinante”, le agradeció que hubiera “rescatado las esencias y los valores más nobles de la mejor política, de la política con mayúsculas”.
Lambán destacó la figura de Artigas Arnal, para quien “la voluntad política tenía que someterse a la soberanía popular” y que en pleno siglo XVIII ya mostraba “un pensamiento plenamente moderno”. De hecho, el expresidente aragonés situó al propio Mujica como “un epílogo muy cabal de lo que significó el libertador hace 200 años”.
El dirigente socialista entregó al expresidente uruguayo un obsequio que constaba de tres recipientes en forma de moneda. Uno contenía tierra del solar atribuido históricamente a la familia de José Gervasio Artigas Arnal donde se construyó la plaza de la Integración; el otro, un brote de olivo que crecía en la plaza, testimonio del Mediterráneo, y otro con los apellidos actuales del lugar. Los tres, como símbolos de paz, vida y libertad.