A lo asocio con la santidad. La santidad no es para mí la fanática adhesión a un credo, religioso o no, sino el acuerdo entre lo que se predica y la vida que se lleva, entre la libertad propia y la solidaridad con los demás. Los santos son humanos, no divinos, y, por supuesto, pueden cometer pecados como el de la ira o el de la carne, pero procuran no prolongarlos. Es su condición de humanos que se esfuerzan por mejorar lo que los eleva a la santidad.