Luis Rubiales es el tío que te arruinó aquella fiesta

Los tocamientos, comentarios, bromas, roces o agarrones pueden tener distinta intensidad y consecuencias, pero debemos dejar de banalizarlos y de normalizar el malestar que extienden en la vida de las mujeres

Un hombre encaramado a sus testículos: Luis Rubiales sigue paso a paso el manual de la reacción machista

“Para mí era importante celebrar ese momento”. Jenni Hermoso estuvo este lunes declarando durante más de dos horas en la Audiencia Nacional. Ella, la víctima de aquel beso forzoso del entonces presidente de la Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, ha sido la primera testigo de un juicio que durará dos semanas. Más de dos horas de comparecencia dan para muchas preguntas y respuestas, para muchas explicaciones y descripciones. Hay muchas frases en las que podríamos detenernos, pero esa declaración aparentemente sencilla en la que la futbolista habla de lo importante que era para ella esa noche y ese triunfo alude a algo mucho más grande, pero tantas veces inadvertido: el malestar, el daño, las consecuencias de los comportamientos machistas.

Esa declaración aparentemente sencilla en la que la futbolista habla de lo importante que era para ella esa noche y ese triunfo alude a algo mucho más grande, pero tantas veces inadvertido: el malestar, el daño, las consecuencias de los comportamientos machistas

Es una historia frecuente. Tan frecuente que hemos convivido con la idea de que era lo normal. Una experiencia que atraviesas si eres una mujer, un peaje por serlo. La historia podría empezar así: una mujer celebra el cumpleaños de una amiga, o una mujer sonríe en clase después de ver su sobresaliente, o una mujer está enfrascada en una idea que quiere proponer en su trabajo, o una mujer camina por la calle porque ha quedado, o una mujer sale a brindar porque le han subido el sueldo, o una mujer está hasta el coño y va en el autobús con ganas de llegar a casa. Lo que sea.

Después, la historia sigue y viene a ser algo así: un hombre toca o roza o hace un chiste o un comentario o te agarra o te persigue o te insulta. Desenlace: a esa mujer le han jodido su fiesta, o su rato de tranquilidad, o su paz mental, o su autoestima, o su día importante o su día cualquiera, su camino a casa, el sueño de esa noche.

A Jennifer Hermoso le jodieron su fiesta. Y no era cualquier fiesta: la selección femenina había ganado su primer Mundial de Fútbol, un hito deportivo pero también social para unas jugadoras maltratadas por el sistema y para un país en el que el deporte sigue siendo un terreno pensado por y para los hombres, en el que las mujeres somos meras invitadas. Justo cuando las futbolistas iban a alzar la Copa del Mundo, a Luis Rubiales le pareció una buena idea plantarle un beso a una jugadora. Un piquito, que dijo él. Y una mierda, respondió buena parte de la sociedad, Jenni Hermoso la primera.

Hay muchas maneras de expresar la euforia, igual que hay muchas formas de aproximarse a alguien. Lo ‘normal’ no puede construirse sobre la incomodidad, el silencio y el malestar de buena parte de la población

No hace falta que esas historias frecuentes traumaticen a quien las vive para que entendamos que son importantes e inaceptables. La defensa de Rubiales le preguntó este lunes a Hermoso por los vídeos en los que, después de la entrega del trofeo, aparecía celebrando la victoria y bromeando, también con el beso. “No tengo que estar llorando en una habitación para entender que no me gustó”, sentenció ella. Porque los tocamientos, comentarios, bromas, roces o agarrones que suceden en esas historias frecuentes pueden tener distinta intensidad y distintas consecuencias.

Llores o no, te vayas a casa o sigas en el bar, bromees con lo sucedido o te quedes muda, debemos dejar de banalizar esos contactos no consentidos. Dejar de normalizar el malestar que, sin necesidad de que existan traumas o grandes heridas, extienden en la vida de las mujeres.

Fue un piquito, pueden seguir diciendo algunos, una tontería, una coña entre dos personas contentas en un momento de euforia, ya no se puede hacer nada. Lo que no podemos es seguir tratando a las mujeres como seres tocables, piropeables; seres cuyo espacio personal y cuerpo puede traspasarse sin consecuencias; seres cuya palabra, voluntad y experiencia no sean tenidas en cuenta o estén siempre en entredicho. Hay muchas maneras de expresar la euforia, igual que hay muchas formas de aproximarse a alguien. Lo ‘normal’ no puede construirse sobre la incomodidad, el silencio y el malestar de buena parte de la población.

Jenni Hermoso tenía derecho a que se respetara su espacio personal y su cuerpo. Jenni Hermoso tenía derecho a no sentir asco. Jenni Hermoso tenía derecho a disfrutar el momento más importante de su carrera deportiva. Todas tenemos derecho a que no nos jodan la fiesta.