Un nuevo capítulo para Molina de Aragón: arte, memoria y dinamización rural en el Alto Tajo

La inauguración del Parador de Molina de Aragón (Guadalajara) quiere contribuir al desarrollo de la economía local e impulsar el turismo en una zona muy despoblada rebosante de cultura y naturaleza

Las imponentes torres y murallas del castillo levantado en el siglo XII dominan desde lo alto de una loma la localidad de Molina de Aragón, al nordeste de Guadalajara. A los pies de esta fortaleza, una de las más importantes de Castilla-La Mancha y la segunda más grande de España, creció este municipio que hoy desborda arte, cultura, naturaleza y vida. Ubicado en pleno Parque Natural del Alto Tajo, el pueblo ronda los 3.400 vecinos que ejemplifican la dificultad  de la España vaciada para garantizar su futuro. Lejos de someterse a la deriva que suele traer consigo la despoblación, hasta este rincón del Sistema Ibérico surgen nuevas iniciativas para atraer empleo, población, turismo y riqueza. 


Castillo de Molina de Aragón (Guadalajara)

Ocurre con el nuevo Parador de Molina de Aragón que acaba de abrir sus puertas. Está situado a escasos pasos del casco antiguo, en el paraje de las  Piedras de Santa Librada, que es un punto estratégico de la ciudad. Desde este espectacular edificio de diseño vanguardista se pueden contemplar unas impresionantes vistas de la alcazaba medieval y del valle del río Gallo. “Es como si te metieras dentro de una película en la que el protagonista principal es el skyline de Molina de Aragón, con las torres del castillo siempre bien visibles”, resume su director, Fernando Tizón. De esa manera se establece una conexión visual y simbólica con el pasado histórico. Más allá de estas murallas, los tesoros culturales se suceden a lo largo de la localidad en forma de iglesias y conventos, casas-palacio, calles y plazas repletas de encanto, emblemas como el puente románico, el barrio de la Judería y el Museo Comarcal de Molina, entre otros. 

Fue hace 20 años cuando se inició este proyecto que ahora abre sus puertas. En julio de 2005, un terrible incendio asoló 13.000 hectáreas y se cobró la vida de 11 trabajadores forestales. Para rendir homenaje a las víctimas y estimular el renacimiento de la zona afectada, el Gobierno dio luz verde a la construcción de un Parador en la zona. De alguna manera, este nuevo alojamiento representa la renovación y el progreso de una comarca que atesora numerosos motivos para acercarse hasta ella. 

Distribuido en tres plantas y con 24 habitaciones —dos son suites de lujo—, el edificio destaca por su arquitectura. Sus enormes ventanales inundan los interiores de luz natural y permiten disfrutar de la belleza del paisaje. Cuenta con espacios para eventos con capacidad de hasta 500 personas, terrazas exteriores, aparcamiento, cafetería y restaurante, con una carta centrada en la gastronomía local, a base de carnes, asados y platos tradicionales como el morteruelo y las migas. 

Arte y esperanza

Junto a todos estos espacios, merece una especial atención su colección de arte contemporáneo, que gira en torno a una enorme fotografía de Eduardo Nave que luce a gran tamaño en la entrada. La imagen capta un bosque calcinado del que brota vida entre los restos quemados. A partir del recuerdo de aquel incendio, que fue el germen del nuevo Parador, se muestran lienzos, esculturas y estructuras cromáticas de distintos artistas como Candela Muñoz, Santiago Picatoste, Rosa Brun, Roger Coll o Santiago Giralda. Sus obras, repletas de colorido y optimismo, invitan a mirar al futuro para devolver la vida a este lugar, castigado tiempo atrás con el desastre y que ahora vuelve a resurgir de sus cenizas aferrándose al color y a la naturaleza.

“Molina de Aragón ha cambiado mucho en 20 años. Se han mejorado infraestructuras, se han potenciado recursos monumentales y culturales, y ha calado una mayor conciencia sobre el cuidado del patrimonio y su promoción”, confirma su alcalde, Francisco Javier Montes . La intención del consistorio es posicionar este destino como un referente turístico de la provincia de Guadalajara, y el nuevo Parador puede ser el aliado perfecto para lograr este objetivo. “Es una oportunidad histórica”, reitera el primer edil, ya que aportará empleo, formación, dinamización comercial y cultural. “Será un escaparate de nuestros productos locales, de nuestra gastronomía, de nuestra historia. Y, sobre todo, traerá ilusión y nuevas expectativas de crecimiento del turismo”, argumenta Montes.


Puente románico de Molina de Aragón (Guadalajara)

Con una inversión que supera los 22 millones de euros, de los que la red de Paradores ha aportado 1,6, la intención es que este alojamiento sirva de revulsivo económico y que potencie el turismo de calidad. “Paradores es un destino turístico en sí mismo. Hay gente que no conoce Molina de Aragón y que ahora va a venir porque existe un Parador”, admite Fernando Tizón. Para los próximos meses ya han colgado el cartel de completo, lo que confirma el interés que ha despertado su apertura. 

El establecimiento creará 35 puestos de trabajo directo, y su actividad repercutirá (para bien) en la zona. “Hablamos de que cada día se van a alojar en el Parador en torno a 50 personas, por dar una cifra redonda. Eso son 1.500 clientes al mes que van a tomar un café en el pueblo, van a comer y a cenar, a hacer compras, lo que se traduce en un movimiento de flujo bastante importante”, prosigue Tizón. Ese ir y venir de visitantes puede revitalizar restaurantes, bares, cafeterías y otros negocios de la ciudad, lo que implica empleo y dinero. “Se trata de generar una cadena de valor alrededor del visitante. Que no solo pernocte, sino que consuma, descubra y recomiende Molina”, coincide Francisco Javier Montes.

No es casualidad que el 70% de los Paradores —nueve de ellos en Castilla-La Mancha— se encuentren en localidades de menos de 35.000 habitantes. Uno de los objetivos estratégicos de esta cadena hotelera pública es dinamizar desde el punto de vista económico y social los territorios más despoblados del país. El Parador de Molina de Aragón cumple con ese requisito. La comarca del Alto Tajo es una de las que menos densidad de población tiene en toda la península. Con una media de dos habitantes por kilómetro cuadrado, forma parte de la denominada Siberia española.

Un bosque reverdecido

Su patrimonio natural es extraordinario. El río Tajo y sus afluentes atraviesan el Parque Natural del Alto Tajo, un amplio territorio que supera las 105.000 hectáreas en el que surgen hoces, bosques, miradores y barrancos. “Muchas de las zonas afectadas por el fuego de 2005 han reverdecido y se están recuperando hábitats y biodiversidad. Se han desarrollado planes de reforestación y áreas de regeneración natural”, explica el alcalde.

Vale la pena adentrarse por los caminos del Parque Natural y recorrer sus sendas, muchas de ellas próximas al cauce de aguas cristalinas. Este es uno de los espacios protegidos más extensos del país. Aquí se concentra casi un 20% de las distintas especies de flora peninsulares, y es habitual toparse con corzos, ciervos, ginetas, zorros y gatos monteses. En las alturas, las rapaces dominan el cielo con águilas reales y perdiceras —en peligro de extinción—, halcones peregrinos y buitres leonados. En 2014, la Unesco catalogó esta área como Geoparque Mundial gracias a su biodiversidad.


Parque Natural Alto Tajo (Molina de Aragón, Guadalajara)

“Es una zona maravillosa, donde nos encontramos en un cruce de caminos entre el Alto Tajo, el Valle del Mesa, la puerta de entrada a Aragón y a Castilla. El atractivo paisajístico es alucinante”, constata el director del Parador de Molina de Aragón. La geología ha cincelado en sus montañas hasta 125 puntos de interés, incluidos yacimientos paleontológicos. Esta privilegiada condición natural se refleja en su potencial de crecimiento turístico, cada vez con mayor demanda. La apertura del Parador confirma todas estas expectativas.

“El turismo rural, cultural y de naturaleza es una de nuestras principales esperanzas de futuro. Es una fuente de ingresos y ayuda a mantener vivos los servicios, la hostelería, el patrimonio y el comercio local”, confirma el primer edil. Entre 40.000 y 42.000 personas visitan cada año la localidad. El nuevo Parador y la puesta en marcha del Plan de Sostenibilidad Turística de la ciudad de Molina impulsarán estas cifras. “Es un lugar que te sorprende por su tranquilidad y autenticidad. Aquí puedes caminar por un castillo medieval al atardecer, perderte en un bosque lleno de vida o disfrutar de una gastronomía sencilla y deliciosa”, prosigue el alcalde. Como resume Fernando Tizón, un Parador es sinónimo de muchas cosas: calidad, servicio, buena comida, confort, desconexión… En definitiva, la opción perfecta para pasar unos días inolvidables mientras se descubre un destino repleto de sorpresas por descubrir.