El lince ibérico sigue avanzando a pesar de las pegas que le ponen cazadores y agricultores

El censo de 2024 contabiliza 2.401 ejemplares, un 19% más que un año antes: la especie lleva un año fuera del peligro de extinción, pero en ese tiempo se han abortado tres planes de reintroducción

El lince es el nuevo lobo: un ambiente hostil paraliza tres planes de reintroducción del felino

La población de lince ibérico sigue creciendo a buen ritmo a pesar de las trabas que le han puesto en algunos territorios colectivos de agricultores y cazadores que han parado hasta tres programas de reintroducción. En 2024, el censo llegó a los 2.401 ejemplares, es decir, un 19% más que un año antes, según los datos del Ministerio de Transición Ecológica.

La mayoría de esos linces viven en territorio español: 2.047 felinos por los 354 que medran en Portugal. Las poblaciones estables están en Castilla-La Mancha, que alberga el 46% total con 942 individuos, Andalucía, donde habitan 836 linces (un 40,8%), Extremadura con 254 y la Región de Murcia (15 linces).


Distribución de las poblaciones de lince ibérico en la península ibérica.

Un dato crucial para evaluar la situación de la especie es el número de hembras reproductoras o territoriales. En 2024 se han contabilizado hasta 470, 64 más que en 2023, algo más cerca, aunque queda bastante, para llegar al umbral de seguridad marcado por lo expertos que está en 750 hembras reproductoras.

Transición Ecológica considera que estas cifras “permiten afianzar la reducción del riesgo de extinción del lince ibérico”. La especie Lynx pardinus salió del estatus de “en peligro de extinción” hace solo un año. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) recalificó a la especie como “vulnerable” en junio de 2024. Un viaje de más de dos décadas desde que, en 2002, se contabilizaran 62 ejemplares y el lince estuviera “críticamente amenazado”.

¿Otra vez la etiqueta de alimaña?

Sin embargo, lo que el Coordinador del programa Life Lynx-Connect, Francisco Javier Salcedo, llamó “la mayor recuperación de un felino nunca conseguida mediante la conservación”, se ha llevado tres reveses recientes en distintas comunidades autónomas.

El ambiente hostil que han generado grupos de cazadores y agricultores ha provocado que planes avanzados para reintroducir el felino en Catalunya, Castilla y León y Aragón se hayan congelado. Unas protestas que han rescatado en cierta medida la etiqueta de “alimaña” que se le colgó al felino durante décadas del siglo XX y que suponía el pago de una recompensa dineraria a quien matara un lince ibérico.

De esta manera, la Generalitat catalana paralizó en febrero pasado su proyecto lincero para disipar las protestas de Revolta Pagesa que exigió al Gobierno autonómico el compromiso escrito de no reintroducir linces. Al mismo tiempo, el Ejecutivo de Aragón pospuso la llegada de felinos a Los Monegros ante la pelea política generada tanto por Vox como por el presidente comarcal del PSOE en la zona.

A esto se unió que los cazadores de Zamora (además de algunos agricultores) rechazasen la presencia de la especie por las supuestas restricciones que eso implica a su actividad. La Junta castellanoyleonesa ha descartado culminar los trabajos de reintroducción, aunque sí han comenzado las sueltas de ejemplares en la comarca de El Cerrato, en Palencia.