Una investigación revela cómo los megaterios, que habitaban el continente americano, desaparecieron hace 12.000 años a causa de la actividad humana y de qué manera parte de ese linaje evolucionó a partir de un ancestro común para dar lugar a los perezosos arbóreos actuales
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En 1787, cuando fray Manuel Torres halló un montón de huesos de enormes dimensiones a orillas del río Luján, en la actual Argentina, nadie sabía muy bien de qué criatura se trataba. Cuando los restos llegaron al Real Gabinete de Historia Natural de Madrid, el conservador Juan Bautista Bru montó el esqueleto como mejor supo, apoyado sobre sus cuatro patas, la postura incorrecta con la que hoy se conserva en el Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC).
Los científicos tardaron más de un siglo en saber que aquello era un perezoso de tamaño descomunal, emparentado con los que hoy habitan en los árboles del Amazonas, y que se apoyaba sobre sus patas traseras y la cola. En su ingenuidad, al recibir la noticia del hallazgo, el rey Carlos III había dado orden de capturar alguno de aquellos gigantes vivos, sin imaginar que aquel animal, a quien el naturalista francés Georges Cuvier bautizó como Megatherium (en griego, gran bestia), había desaparecido 12.000 años antes.
Un estudio internacional, publicado este jueves en la revista Science y en el que participa el MNCN, pone el colofón perfecto a esta historia de confusiones, idas y venidas y determina cuál es la relación entre estos curiosos animales con tamaños y hábitats tan dispares, además de determinar con certeza la causa de desaparición de los megaterios que asombraron a la corte de Carlos III.
Los perezosos terrestres gigantes que habitaban el continente americano, concluyen, desaparecieron a causa de la actividad humana en la transición entre el Pleistoceno y el Holoceno, hace unos 12.000 años. Y los pequeños perezosos arbóreos actuales sobrevivieron probablemente porque habitaban en las copas de los árboles aisladas y evitaban la presión humana directa, lo que los convierte en los últimos vestigios de un grupo que antaño fue diverso.
El megaterio del MNCN-CSIC, reconstruido por Bru a cuatro patas.
Una variedad de linajes
El trabajo, liderado por el investigador argentino Alberto Boscaini, se basa en el análisis de fósiles y la creación de árboles evolutivos de los perezosos para determinar los factores detrás de la expansión y la variación de su tamaño corporal durante los últimos 35 millones de años. Al combinar mediciones fósiles, secuencias de ADN y proteínas, y modelos evolutivos avanzados, los investigadores han reconstruido la historia evolutiva de los perezosos a lo largo de 67 géneros y probaron si los cambios evolutivos en el tamaño estaban relacionados con el hábitat, la dieta, el clima, la depredación u otras presiones ecológicas.
Los autores del estudio concluyen que esta diversidad de tamaño corporal estuvo determinada en gran medida por sus hábitats, y que su abrupto declive probablemente se debió a la creciente presión humana, que también desencadenó la extinción de estos grandes animales terrestres.
Los primeros perezosos eran terrestres y probablemente corpulentos, con un peso de entre 70 y 350 kg. Sin embargo, como muestra el estudio, sus descendientes desplegaron un abanico de formas gracias a las diferentes presiones evolutivas. Mientras que gigantes icónicos como el Megatherium americanum de más de 4 toneladas clasificado por Cuvier dominaban los paisajes del Pleistoceno (hace entre 2,5 millones de años y 12.000 años, aproximadamente), la miniaturización surgió repetidamente asociada a estilos de vida arborícolas.
Varios cráneos de especies de perezosos actuales y extintas analizadas en el estudio.
A medida que los cambios climáticos debidos al movimiento de las placas continentales y a las alteraciones de la órbita de la Tierra condujeron al reemplazo de extensos bosques por praderas y pampas, el estilo de vida terrestre se vio favorecido, y los linajes de perezosos lograron ocupar los nuevos nichos disponibles. Esto probablemente constituyó una ventaja durante el progresivo enfriamiento y aridificación de los ecosistemas sudamericanos, que se produjo como parte de las tendencias globales durante las oscilaciones de las glaciaciones de los últimos 2 millones de años.
Su cronología de extinción refleja la expansión humana. Ninguna crisis climática previa los afectó de manera tan radical, lo que apunta a la presión antropogénica cómo la variable nueva y como el golpe final
Como resultado, los últimos 14 millones de años fueron testigos de la radiación de perezosos de gran tamaño, habiendo surgido el gigantismo repetidamente en grupos lejanamente emparentados y ya adaptados a diferentes formas de moverse y a distintos tipos de alimentación. Así, los perezosos terrestres se convirtieron en un componente fundamental de la megafauna de mamíferos del supercontinente americano hasta que la llegada humana a esta zona del continente americano, hace unos 15.000 años, precipitó su declive.
El estudio identifica un colapso en dos etapas: las especies continentales desaparecieron a medida que los humanos se extendían por América, mientras que las de las islas (como los perezosos del Caribe) sucumbieron más tarde. “Su cronología de extinción refleja la expansión humana”, subraya Boscaini. “Ninguna crisis climática previa los afectó de manera tan radical, lo que apunta a la presión antropogénica cómo la variable nueva y como el golpe final”.
Esqueleto de Megatherium americanum del Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia”.
Este declive repentino, insisten los autores del estudio, no se alinea con los cambios climáticos de la época, sino con la llegada de los humanos a América, y la evidencia sugiere que la caza humana provocó la extinción de los perezosos terrestres de gran tamaño. Un estudio anterior, publicado en la revista Science Advances en 2019, mostraba pruebas arqueológicas directas de caza y matanza de perezosos gigantes por parte de humanos en las pampas argentinas hace aproximadamente 12.000 años.
Maite Alberdi, paleontóloga del MNCN especializada en équidos de América, considera que se trata de un trabajo muy interesante que arroja luz por primera vez a la evolución de estos animales en su conjunto. “Es el primer trabajo que se ha hecho sobre la evolución de los perezosos a lo largo de toda su historia”, asegura. “Lo más destacado es que observan que durante muchísimo tiempo el grupo se mantiene uniforme, con animales de talla grande, media y pequeña y, sin embargo, al llegar a los últimos 15.000 años resulta que todos los grandes y parte de los medianos desaparecen, lo que achacan a la presencia del hombre, que siempre que llega a un sitio cambia el ambiente”.