As Pontes, tras cerrar la central térmica más contaminante de España, sigue esperando una transición que no llega

El Ayuntamiento ha llevado a la justicia la decisión de la Xunta de repartir a toda la provincia los 111 millones de fondos europeos destinados a las zonas afectadas mientras los vecinos siguen con desánimo las noticias sobre proyectos industriales que no acaban de cuajar

El cierre de la central de As Pontes pone a Galicia en mínimos de emisiones de CO2, con una bajada a la mitad en 2024

Como el Gran Hermano que todo lo vigila, la inmensa chimenea de la central térmica de As Pontes —356 metros de altura, la más alta de Europa cuando se levantó, en 1974— se ve desde todos los puntos del pueblo. La omnipresente estructura, que ha iniciado por segunda vez su camino para ser declarada Bien de Interés Cultural, se alza como recordatorio del carácter industrial del municipio de mayor extensión de la provincia de A Coruña. No está en el escudo de la localidad, como sí sucede con otra central histórica —la de Meirama, en Cerceda, a poco más de 80 kilómetros de allí— pero sí en el ADN de unos vecinos que aseguran que hasta un proyecto tan discutido como la macrocelulosa de Altri hubiese encontrado allí muchas menos reticencias, además de poder venderse como descarbonizador al aparecer como alternativa a la que, hasta su cierre, era la instalación más contaminante de España y la novena del continente. Hoy, sin humo sobre las torres que le dieron el apodo de la Springfield gallega, As Pontes encara su transición con incertidumbre y cierta sensación de derrota.

“Esta transición está cargada de buenas intenciones, pero de justa no tiene nada”. Quien habla así desde el otro lado del teléfono es Valentín González Formoso. El alcalde socialista de As Pontes es también el presidente de la Deputación de A Coruña y una agenda endiablada de inauguraciones y actos varios le impide coincidir con elDiario.es en el Ayuntamiento, presidido por una pancarta que pide salvar el patrimonio industrial. A la concelleira responsable, Ana Pena, sin embargo, es la industria del futuro la que más le preocupa. “Hay una serie de nuevos proyectos que se implantaron en el pueblo en los últimos años, pero su llegada no tiene nada que ver con las herramientas que se pusieron a disposición de los territorios afectados por el cierre de las centrales térmicas”.

Pena, como González Formoso, es muy crítica con esas medidas, que divide entre las que son “claramente insuficientes” y las que “no cubren las necesidades reales”. Entre las primeras, hay una que ya ha acabado en los juzgados. Se trata de 111 millones de euros de Fondos europeos de Transición Justa que el Estado ha transferido a la Xunta, derivados de la situación que están viviendo los 19 municipios afectados por los cierres de las centrales de As Pontes y Cerceda. “Ni un solo euro ha venido para aquí. Ni uno”.


Ana Pena, concelleira de Industria de As Pontes de García Rodríguez, en el Ayuntamiento

El concello ha recurrido la decisión del Gobierno gallego de “provincializar” esa cantidad. “Emprendimos acciones legales para que se paralicen las ayudas porque entendemos que es un agravio. Cualquier puede entender que una financiación que llega para un objetivo concreto no puede repercutir en ciudades ni municipios que no se están viendo afectados ni puede servir para impulsar proyectos que no tienen nada que ver con su fin”. Pena esgrime convenios con la Ciudad de las TIC de A Coruña o con la Confederación de Empresarios. “Es como si Europa manda mil millones para reactivar Valencia tras la DANA y el Gobierno los reparte por toda España”, ruge por teléfono Formoso.

Después están las ayudas que no permiten solucionar los problemas reales, como la creación de suelo industrial. Hoy, As Pontes no tiene ni un solo metro libre. El de los polígonos está “agotado” y, más allá del que ocuparán los proyectos estratégicos que ocuparán la superficie que libere Endesa, dotarse de más resulta muy costoso debido a la complicada orografía del concello. Sin embargo, no hay ninguna ayuda de los fondos de transición que pueda destinarse a eso. “Es un poco ilógico”, concluye la concejala.

Los que no volverán

Encontrar facilidades para ese proceso les ayudaría a evitar críticas como las del secretario local de la CIG, Hixinio Adega: “Valentín lleva 18 años como alcalde y no creó un metro de suelo industrial”. La central nacionalista, la mayoritaria en Galicia, convocó a finales de 2023 una huelga general en el municipio que contó con el apoyo del pleno municipal —BNG y PP votaron a favor mientras el PSOE se abstuvo— y todavía este enero salió a la calle para reclamar un plan industrial con empleo y futuro.


Central térmica de As Pontes desde el monte da Carballeira. A la derecha, el lago artificial que cubre la antigua mina de carbón

“Creo que mucha gente se da por derrotada. Y aunque en principio hubo un germen de revolución para tratar de atraer algo para As Pontes, desde la administración y la prensa, con los anuncios que se hicieron, fueron calmando la situación. La gente, en general, ve el futuro bastante negro”, cuenta mientras remueve el café en una terraza del centro urbano.

Ese café está a un paso de la empresa de Montse Gastelu, la presidenta de la asociación de comerciantes y hosteleros Cohempo, que agrupa a unos 140 negocios, “el 90% del total”. Todos ellos vienen notando cómo la economía local “se retrajo” desde el mismo momento en que se anunció el cierre de la central, una noticia que, según Pena, “nos pilló a contrapié”. Endesa venía de invertir unos 300 millones de euros en adaptar sus instalaciones a las exigencias de Bruselas para prolongar su actividad más allá de 2020. Pero no llegó a hacerlo ni tres años. En octubre de 2023 quemaba sus últimas reservas de carbón.

Para la concelleira de Industria, esa precipitación no es excusa porque “otras centrales sí iban a cerrar”. “Las iniciativas, para el conjunto de las zonas afectadas, se ponen en marcha tarde”. “Lo normal sería construir antes de destruir; esa sí sería una transición justa”, apunta Adega. “Aquí lo que se hizo fue destruir y no construir nada antes”.


Hixinio Adega, responsable local del sindicato CIG, en la Praza do Hospital de As Pontes

“Mucha gente que trabajaba en la central ahora está desplazada en Córdoba, en los Pirineos… y, claro, no hacen gasto aquí”, cuenta Gastelu. Uno de ellos, el que era presidente del comité de empresa, amigo de Hixinio y reubicado en la frontera con Francia tras tres décadas en la central. “Esa gente ya no va a volver a As Pontes”, lamenta el sindicalista.

La deuda de Endesa

El Instituto para la Transición Justa estima que el cierre de la central “impactó” sobre el empleo de 527 trabajadores, entre directos y auxiliares, y sobre la actividad de 14 municipios “que ya habían sufrido cierres mineros previos”. De esos empleados, 197 pertenecían a la propia planta y otros 330 —incluidos los puestos de 70-75 transportistas de carbón— a sus contratas.

La CIG casi duplica el número de empleos directos, que eleva a 950, a los que suma 1.800 indirectos en toda el área de influencia. Adega enumera concellos, algunos próximos y otros no tanto: “Somozas, Muras, Vilalba, Xermade, A Capela, Cabanas, Pontedeume, Ortigueira…”. Hoy, As Pontes tiene registrados 295 parados sobre una población que no llega a los 10.000 habitantes. El gran éxodo no se produjo tras el cierre de la central, sino años antes, con el de la mina a cielo abierto, hoy cubierta por un inmenso lago artificial, el mayor de Europa, de 18 kilómetros de perímetro y profundidades que superan los 200 metros. Cuando finalizó la extracción de lignito, el número de censados rondaba los 15.000, cinco veces más que las apenas tres mil personas que poblaban aquel municipio agrícola y ganadero antes de la apertura de la explotación, en los primeros años 70.

La mina y la central térmica llegaron a dar empleo a 4.000 personas con unos sueldos —y unas prejubilaciones— que eran la envidia de la comarca. “Endesa fue una lotería para muchas familias”, confirma Gastelu. “Aportó cosas muy buenas pero entendemos que, en este momento, no contribuye lo que debería”, asegura Pena. “Durante muchos años fuimos el punto de mayor generación eléctrica del país, esto supuso ingresos millonarios para la empresa y, lógicamente, tuvo contraprestaciones positivas con los trabajadores y la localidad, pero entendemos que Endesa tiene una deuda con As Pontes que no está saldando de forma suficiente”. Más rotundo, Adega sintetiza: “Endesa expolió y después se puso de perfil”.


Trabajadores de la empresa vizcaína Lezama, contratada para el desmantelamiento de la central, en la terraza del mesón O Martínez

Desde la compañía eléctrica evitan responder a estas acusaciones. A través de correo electrónico, fuentes de Endesa desglosan para elDiario.es las cuatro líneas del plan de acompañamiento que presentaron ya a finales de 2019, cuando se anunció el cierre y cuatro años antes de que se hiciese efectivo. La primera línea pasa por el propio desmantelamiento de la central, que ha completado poco más del 10%, y prevé dar empleo a unas 120 personas de media anual hasta 2029. “Ahora mismo hay unas 40 o 50”, replica Adega.

A esto se suma la apuesta por el viento como forma de generación de energía. Endesa desarrolla en Galicia 650 MW eólicos —490 en el entorno de As Pontes— con una inversión que ronda los 800 millones de euros. “Lamentablemente estas inversiones se encuentran comprometidas por la judicialización que afecta a todo el sector en la comunidad”, explican desde la compañía, que no espera resolver las “trabas judiciales” antes del primer semestre de 2028.

Como tercera línea aparece la captación de nuevos proyectos industriales para el suelo que se liberará, este sí, con el desmantelamiento de la central. Endesa espera que Ence empiece a levantar su biofábrica de papel tisú en el segundo semestre de este año. Sobre un montante total de 355 millones de euros, esta primera fase supondrá una inversión inicial de 125 millones y generará 120 puestos de trabajo directos. El proyecto acaba de quedar fuera de las ayudas del PERTE de descarbonización que también excluyó a la polémica macrocelulosa de Altri.


Montse Gastelu, presidenta de la asociación de comerciantes, hosteleros y empresarios de As Pontes, Cohempo

Por último, casi un centenar de desempleados han participado ya en la formación de la eléctrica para trabajar en el desmantelamiento. No se les garantiza, pero sí se les da “prioridad” a los incluidos en la bolsa de transición justa: los que trabajaban en empresas contratistas de la central y viven en los concellos declarados como afectados por la transición energética.

Todo mientras mantiene la térmica de ciclo combinado, con 890 MW de potencia instalada —la de carbón, la mayor de España con este combustible, tenía 1.469 MW— y que, según la compañía, juega “un papel trascendental para dar estabilidad y fiabilidad a la red con la penetración cada vez más grande de las renovables en el mix energético nacional”. No es necesario ni siquiera mencionar el gran apagón del pasado 28 de abril.

Sentury, la gran decepción

A falta de confirmación oficial, el último gran chasco en el municipio pontés ha llegado, precisamente, por uno de esos proyectos que Endesa había captado y al que estaba dispuesta a facilitarle instalaciones e, incluso, energía de sus parques eólicos previstos. En 2022 eléctrica anunció que la empresa china Sentury Tire estudiaba implantarse en las instalaciones de la antigua central para producir desde allí 12 millones de neumáticos al año. La inversión prevista superaba los 400 millones de euros y las previsiones de creación de empleo en 750 puestos de trabajo. Hoy, Sentury ha abierto unas nuevas instalaciones en Marruecos y parece haber aparcado definitivamente su aventura gallega.


La chimenea de la central, visible desde casi cualquier punto de As Pontes

“El pueblo con Endesa está un poco… bueno, creen que no revirtió aquí lo que tenía que devolver”. Gastelu se suma así al sentir general. “Se comprometió a traer algo y ese algo era el proyecto de Sentury”. Responsables de la empresa llegaron a visitar la zona y reunirse con los agentes económicos, pero desde su apuesta por el país norteafricano, no han vuelto a saber nada. “Que se instalaron en Marruecos con dos líneas en producción y están ampliando otras dos”, añade Adega. “Nos dicen que oficialmente no hay nada, pero eso es lo que dicen las noticias. Sea o no cierto, a la gente le hace pensar”, zanja la presidenta de Cohempo.

Para acabar con esa sensación de “desánimo general”, Gastelu reclama algo “palpable”. “Lo que queremos todos es que algo se materialice. Tenemos mucha ilusión con proyectos como el de ENCE”. Pero esa certeza física parece, escuchando a la concelleir, parece que esa certeza física todavía tardará. “¿Algo palpable? No. Hay varios proyectos que ya están declarados, con la tramitación prácticamente finalizada y que nos trasladan que van a iniciar su asentamiento en breve. Pero mira el tiempo que llevamos ya con la central cerrada…”.

“Tenían que venir un par de empresas que empleasen a 300 o 400 personas, solo para mantenernos, no para mejorar, que sería lo ideal”, demanda el sindicalista. Mientras llegan, le gustaría ver cómo abren otras, más pequeñas, “de 15 o 20 empleados, pero que le den impulso y vida a As Pontes”. Hacia ahí apuntan los 86 millones de euros en ayudas europeas que el Ministerio para la Transición Ecológica (MITECO) ha destinado a la comarca. Esperan llegar a movilizar más de 342 millones y crear 110 nuevos empleos. “Muchos proyectos pequeños serían tan buenos como un proyecto grande, porque así no dependes solo de una cosa que puede cerrar, como nos pasó con la central”, reflexiona Gastelu con realismo: “Evidentemente, nunca va a ser como cuando se implantó Endesa, eso nunca va a volver a pasar”.


Dos personas hablan ante un mural en el centro urbano de As pontes

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