Recordando la costalada que el PP se pegó en 1993

Aznar perdió las elecciones. Y González siguió gobernando en condiciones muy similares a las de la legislatura anterior, sin que dejaran de aparecer nuevos casos de corrupción, sin que cediera la crisis económica y con un enfrentamiento abierto entre el gobierno socialista y los sindicatos

La machacona estrategia de desgaste del Gobierno que el PP aplica día tras día está cansando a mucha gente, de todas las adscripciones políticas y particularmente a los seguidores habituales de la información política. Porque casi nunca aporta algún dato nuevo, porque los casos que se denuncian aparecen cada vez más como artilugios inventados por abogados o expertos jurídicos y porque la campaña en sí misma empieza a reflejar la incapacidad de la derecha de fraguar una estrategia eficaz para derribar al Gobierno.

Lo más novedoso en este panorama agobiante han sido, sorprendentemente, unas declaraciones de José María Aznar, el líder popular que aplicó una estrategia similar para acabar con los mandatos de Felipe González y que sólo tras dos intentos, en las elecciones de 1993 y en las de 1996, logró su objetivo, aunque por escaso margen. “No es suficiente” ha dicho Aznar comentando el trabajo que está haciendo Alberto Núñez Feijóo, con la colaboración de algunos jueces y de no pocos periodistas y medios de comunicación, para acabar con Pedro Sánchez y los suyos.

Como siempre, Aznar ha querido ser misterioso con su intervención. Con lo que no se sabe si ha querido decir que el PP tiene que redoblar la dosis en su actual política de desgaste o tiene que cambiar de rumbo a fin de golpear más eficazmente. Hay que recordar, en todo caso, que fue el propio Aznar quien inauguró la actual campaña de acoso y derribo cuando, hace poco menos de un año, dijo aquello de “el que pueda hacer, que haga” instando a la movilización contra el Gobierno tras de que este lograra que se aprobase la amnistía a los condenados por el procés catalán.

Está claro que las palabras del antiguo líder constituyen una crítica no precisamente velada a la actuación de Feijóo y hacen que de nuevo se plantee la pregunta de qué papel juega Aznar en la estructura del partido, que es aún más relevante en vísperas de un congreso que debería renovar la cúpula del mismo.

Pero, más allá de eso, vale la pena recordar las condiciones en que se desarrollaba la acción política en los años 1993 y 1996 para establecer paralelismos y diferencias con la situación actual. La primera fecha se refiere a las elecciones generales que tuvieron lugar ese año, que venían precedidas de una feroz campaña del PP contra Felipe González y que todos los sondeos aseguraban, algunos con diferencias de más de 10 puntos, que Aznar debería ganar. Gracias a la citada labor de zapa, a los numerosos escándalos de corrupción probada que habían protagonizado personas o personajes vinculados al PSOE y a la crisis económica galopante que había seguido a los fastos de 1992.

El caso Juan Guerra, el caso Filesa, el caso Roldán, el caso Ave, el caso Seat, el caso Urralburu o el caso Ibercorp y otros cuantos más se habían sucedido en esos años deteriorando la imagen del PSOE y poniendo en cuestión su modo de gobernar. La aparición del GAL y la confirmación, incluso judicial, de que esa forma de guerra sucia contra ETA y sus 27 víctimas mortales derivaba de una iniciativa del gobierno mismo había afectado directamente al propio líder socialista.

Sin embargo, en junio de 1993 Aznar perdió las elecciones. Y González siguió gobernando en condiciones muy similares a las de la legislatura anterior, sin que dejaran de aparecer nuevos casos de corrupción, sin que cediera la crisis económica y con un enfrentamiento abierto entre el gobierno socialista y los sindicatos, particularmente con la UGT, la central del PSOE.

En las generales de 1996 el líder popular vio por fin realizado su sueño. Es cierto que ganó con solo 300.000 votos de diferencia con su rival, que no tardó mucho en proclamar que si se hubiera celebrado un debate televisivo más entre ambos dirigentes el resultado habría sido otro. Y no pocos observadores pensaron que así podía haber sido dada la gran diferencia de nivel entre ambos candidatos.

Tan corta ventaja electoral a favor de Aznar obligó al PP a pactar con los nacionalistas vascos y catalanes para poder formar gobierno y, estos, unos y otros, lograron contrapartidas muy sustanciosas a cambio de su apoyo.

¿Para qué sirve recordar esos antecedentes? Fundamentalmente, para subrayar una obviedad: que conseguir el poder no es cosa precisamente fácil. Y que con el desgaste del adversario no suele bastar. Y menos ahora, que los argumentos que manejan el PP y Feijóo son mucho menos contundentes que los que entonces jugaban a favor de Aznar. Y una cosa más: la formidable crisis económica que España sufrió en los noventa, con el paro disparado y una situación social al borde del estallido fue un factor que limitó extraordinariamente las posibilidades del PSOE. Hoy la buena marcha de la economía juega a favor de Pedro Sánchez, por mucho que los corifeos del PP se esfuercen por ocultarlo.