La falta de recursos es la principal razón que aducen las familias con menos recursos para no llevar a sus hijos a un campamento de verano; solo uno de cada tres beneficiarios habituales de una beca comedor acuden a espacios que les garanticen una comida en estío
Un millón de niños y niñas se quedan sin beca de comedor: “Si me tengo que gastar 120 euros no llego a final de mes”
La desigualdad se juega en todos los terrenos, no solo en la escuela, y el calor trae a primera línea del debate los campamentos de verano. Solo uno de cada cinco niños que viven en hogares de nivel socioeconómico bajo irá este estío a un campamento que le asegure una comida al día; para el 80% restante o hay actividades sin comida o directamente no hay nada (es el caso del 60%). Entre quienes están mejor situados socialmente son uno de cada tres los menores que sí tienen una comida incluida en su campamento, según un estudio de la ONG de infancia Educo.
“La alimentación de la infancia más vulnerable, reciba o no ayudas para el comedor escolar, no está asegurada durante los casi tres meses de vacaciones estivales”, explica Pilar Orenes, directora general de Educo. “Y aquellos y aquellas que van a campamentos o similares que incluyen la comida, sean del nivel socioeconómico que sean, lo hacen por un periodo medio de tan sólo 15 días, según nuestra encuesta. Es urgente garantizar que todos los niños, niñas y adolescentes en riesgo de pobreza y exclusión tengan asegurada su alimentación durante todo el año, incluido el verano. Una primera medida puede ser que quienes reciben la beca comedor durante el curso también tengan este apoyo en verano”.
No está pasando ahora mismo. Según datos de Educo solo uno de cada tres niños y niñas (36,2%) que recibe beca comedor durante el curso escolar va a campamentos o actividades de verano donde se asegura su alimentación. El 18% restante solo va unas horas por la mañana sin comer y alrededor del 45% no participan en ninguna.
Desde la organización recuerdan que en España más de 550.000 niños, niñas y adolescentes – el 6,9% – no pueden comer carne, pollo, pescado o su equivalente en proteína vegetal cada dos días, según recoge la Encuesta de Condiciones de Vida del INE. Y la situación no está mejorando: en los últimos 20 años la cifra se ha multiplicado por cuatro desde el 1,9% que se registró en 2004.
“Son buenos billetes”
El estudio de Educo quizá no haya levantado muchas cejas, pero pone negro sobre blanco con cifras la situación de precariedad que viven muchas familias, que no pueden costearse ni unas cortas vacaciones, como explica Rocío, madre de una joven de 15 años. “¿Planes familiares para vacaciones? No. Económicamente es un gasto muy fuerte. Para mí unas vacaciones merecidas serían cinco días, pero es comida, alojamiento, transporte. Son unos buenos billetes, y eso que somos dos”, explica esta madre soltera, que recibe el apoyo de Educo.
Campamentos y vacaciones dibujan una línea clara entre las familias mejor y peor acomodadas, recuerda la ONG. Mientras entre las primeras solo el 5,97% no puede ir de vacaciones, entre las segundas la proporción alcanza a casi cuatro de cada diez familias (38,08%). Cuando se les pregunta por los motivos, “la mayor barrera es la económica”, explica Educo. Se observa en el porcentaje de familias que achacan a la situación económica no poder disfrutar de esos días de descanso, un porcentaje que crece según disminuye la renta: entra las de nivel alto el 20% alude a estos motivos, entre las familias de nivel medio son un 38% y entre las más humildes casi el 50%.
“Es su derecho acceder a actividades de ocio en las que puedan quedarse a comer. Primero, porque allí se les asegura la comida del mediodía, pero hay otros motivos”, expone Orenes, de Educo. “Cuando van a colonias, campamentos o similares, disfrutan de las vacaciones mientras siguen aprendiendo a través del juego, del ocio, del deporte, y del contacto con amigos y amigas. Se les da oportunidades de diversión, aprendizaje y desarrollo integral. Y todo ello mientras están cuidados y acompañados de personas adultas. Sin eso, muchos se quedan solos y solas en casa, sin supervisión y a menudo enganchados a las pantallas, porque sus padres y madres trabajan y no tienen ni ayuda familiar ni dinero para pagar a alguien que les cuide”, declara Pilar Orenes.
Le sucede a Catherine, madre de tres niñas de 4, 8 y 13 años. “No tengo planes de verano porque no tengo dinero”, explica. Y, a partir de ahí, se disparan los problemas. “Supone un estrés constante porque son niñas y ellas no preguntan si mamá tiene dinero o no. Ellas piden y piden, y lo hacen de una manera que te preguntas qué puedes vender [para darles algo]. Hago de todo para que ellas no pasen esa necesidad. En verano me supone un estrés que las tres niñas estén en casa porque es un gasto mayor que tengo, y tengo que ofrecerles confort en casa ya que no tenemos vacaciones. Vamos a parques, piscinas… otra cosa no se puede”, se lamenta.
Desde Educo explican que no acudir a un campamento tiene más consecuencias que el hecho de no poder ir y tener que quedarse en casa. “Conocer otros lugares, salir de la ciudad o del pueblo, ir a la playa o la montaña, no son opciones para toda la infancia y, sin embargo, es básico para su bienestar, sea cual sea su condición social o económica. Cuando en septiembre vuelven a clase no pueden explicar nada porque no han salido del barrio. Eso les hace sentir mal y rebaja su autoestima, porque ven que sus compañeros y compañeras de curso han tenido unas vacaciones de verdad. Parece que la sociedad les esté diciendo que solo se lo pueden pasar bien los que tienen dinero”, comenta la presidenta de la ONG.