El director Jonathan Millet llevaba años inmerso en el mundo de. Había realizado uno sobre centros de detención en Ceuta y siempre ha estado interesado por la situación política en Siria, pero no encontraba la historia que quería contar. Habló con muchos exiliados, le contaron sus historias, y sabía que quería hacer algo con ellas, pero no sabía cómo. Dudaba si el documental era la forma adecuada de hacerlo o si sería la ficción la que trasladaría mejor todo aquello.