Irse o no de X

Quienes dirigen estos lugares conocen casi mejor que nosotros mismos cómo vamos a reaccionar ante una información y una desinformación, por lo que hay algo en todo este éxodo que nos provoca X que a mí me lleva a desconfiar

Hace pocos días la periodista Almudena Ariza decía, desde su perfil en X, por qué no se marchaba de esa red social que está llena de ruido, insultos, bots y odio: “Porque creo en la información, en el diálogo, en las personas de buena fe que buscan entender, no destruir. No voy a regalar este espacio a quienes solo odian o mienten. Me quedo por los que aún creen en el debate, en las ideas, en un mundo mejor. Que los gritos no callen la razón, ni el odio entierre la verdad. Seguimos aquí, por todo lo que aún podemos cambiar juntos. Haciendo periodismo”. Otra admirada periodista, Julia Otero, hacía todo lo contrario y ponía un último post un día antes: “Me voy con la música (y la letra) a otra parte. El cielo que sea azul. Decisión definitiva por tiempo indefinido. Gracias a todos”.

Ambas, mujeres admiradas, admirables, profesionales en activo, son referentes para miles de personas. Ambas reflejan la dicotomía en la que se mueven muchas personas estas semanas sobre qué hacer con sus redes sociales cuando los dueños de estas, Elon Musk y Zuckerberg, han tomado la dirección de hacer de estas lugares hostiles y peligros, lugares contrarios a los derechos humanos, los movimientos sociales y a las personas que los encarnen con su voz o su actividad. ¿Qué hacer? 

Una recomendación que se dio a los que marcharon de X en la primera salida a Bluesky, en el mes de noviembre, fue que no se cerrase la cuenta ni se borrase el perfil para evitar suplantaciones de identidad. De esta forma, todavía podemos ver, como si fueran una imagen congelada, perfiles que hace tiempo dejaron de estar activos, y se les echa de menos. Algunos se despidieron y otros no. Las que sí se despidieron e incluso anunciaron su salida han sido las organizaciones ecologistas como Greenpeace o Ecologistas en Acción, que se han ido de X el mismo día que Trump tomó posesión. Una estampida seguida por más de un centenar de organizaciones que tenía forma de protesta para señalar que la red de Elon Musk está siendo utilizada con fines políticos para atacar la democracia.

También algunos medios como The Guardian (el primero) se han trasladado a Bluesky y comunicaron que dejarían de publicar en X y lo han cumplido. Sería interesante saber qué balance hacen de ello después de tres meses. Otros duplican su actividad en ambas redes en medio de este momento de transición donde el nuevo ágora digital dista mucho de ser el espacio de impacto que ha llegado a ser X. 

Entre la clase política también existe esa misma división, los que solo están en X, los que siguen en ambas redes y los que han dado un portazo a X. Yolanda Díaz es una de las que ha elegido no seguir en X tras el saludo nazi de Musk, lo hizo con un comunicado que se puede resumir en una frase del post del que lo colgó: “Defender la democracia es dejar de utilizar herramientas que la debilitan”.

¿Qué hacer? Irse o no irse de X. Y la pregunta podría extenderse a otras, a Amazon, a Google, a Apple y a Meta (Facebook, Instagram o WhatsApp). De hecho, el New York Times acaba de publicar que las plataformas de Zuckerberg están ocultando y bloqueando cuentas y publicaciones de proveedores de pastillas y soluciones anticonceptivas. Es decir, está silenciando selectivamente –que en redes sociales equivale a sepultar– aquella información contraria al programa reaccionario y anti derechos de Trump. Una señal más de esa pleitesía de las grandes tecnológicas al proyecto de la extrema derecha contra lo que llaman cultura woke, en una apropiación indebida de un término de la lucha antirracista, que han cooptado la agenda reaccionaria.

Permanecer o no en estas redes sociales, considero que no es una decisión que debamos tomar en masa ni porque otros lo hacen, tampoco como golpe de efecto. Cada una y cada uno sabe cuál es su papel en estas redes. En el contexto americano, quizá el que más riesgo y contradicción entraña, Alexandria Ocasio-Cortez y Bernie Sanders siguen en X y desde esa plataforma están haciendo su trabajo de defender la democracia. En cambio, Naomi Klein se fue en octubre renunciando al impacto que tiene su opinión y análisis. Ahora está en Bluesky con mucha menos repercusión, que es otra forma de silenciar.

Mi pregunta es si podemos permitirnos perder a las voces más críticas e influyentes de una red como X en un momento como el actual. También entiendo que hay riesgos que no se quieren correr, riesgos reales ante los cuales da la impresión de que va a haber menos protección si bien tampoco es que antes hubiera mucha más que la que cada una se procuraba con el bloqueo a perfiles. Me pregunto quién sale ganando si esas guías y referentes activistas, intelectuales y políticos dejan de emitir señales y luz que nos orienten en medio de tanto ruido y oscuridad. Personalmente, creo que este tipo de perfiles influyentes y referentes es importante que permanezcan en X, como hace Olga Rodríguez que tiene perfil en X y Bluesky (hasta el momento).

El activismo, el periodismo y la defensa de los derechos humanos deben estar donde está la injusticia. Hay referentes que encarnan estos valores y cuya presencia en X es importante para miles de personas que siguen acudiendo a esta red social todavía. Millones que seguirán en ella un tiempo porque no todo el mundo puede migrar a otras redes o sencillamente está enganchada a esta, y no quiere dejarla. 

Hay mucha gente en X que no es ni troll ni bot, mucha influencia que se juega todavía en este espacio y que igual no es momento de abandonar. Otra cosa es decidir cómo y para qué estar. Cabe preguntarnos si no se lo estamos poniendo demasiado fácil a los que desean eliminar nuestros mensajes, ideas, argumentos y rostros de la conversación global. A quienes desean borrarnos.

Propongo hacer una lista de puntos a favor y en contra como la que hizo Alexandre López-Borrull en un artículo que resulta sugerente. Y al hacerla partir de la verdadera influencia que tenemos en esta red o que tiene esta red en nosotras. Habrá quienes sean página de referencia de la cultura LGTBIQ siendo sus publicaciones un hilo de luz. Habrá otras personas cuya presencia en la red social sea testimonial, y el que estén o no es estén es algo que repercute solo en sí mismas, por lo que tendrán que valorar si lo que encuentran en X les merece la pena (nunca mejor dicho) o si eso mismo lo puede encontrar de otras formas. Sinceramente, creo que todavía no.

En todo caso, la decisión que se tome, en medio de tanta emocionalidad que creo debe meditarse y hacerse pregunta como las que propone López-Borrul. Y, además, siempre queda Instagram, si bien su impacto es distinto. Es bueno recordar que antecesoras de irse de X fueron Cristina Fallarás y Ada Colau cuando era Twitter, y seguirlas en IG es igual de interesante. Eso sí, Instagram es Meta, Meta es Zuckerberg. 

Personalmente yo he hecho dos amagos de dejar X. Uno, cuando me abrí la cuenta de Bluesky y otro, tras el saludo nazi de Musk. Ambas veces he vuelto pero no de la misma manera. Esta última con la intención de usar mi cuenta como espacio de visibilidad de mensajes que creo que deben de estar en esta red como si fuera un bot defendiendo los derechos humanos. 

Creo que nada de lo que está pasando con Trump y las grandes tecnológicas se puede descontextualizar de denuncias que se han venido realizando en la última década sobre el papel de estas plataformas sociales en la difusión de contenidos de odio, en el funcionamiento de los algoritmos y los problemas de salud mental,  en lo que pasó con Cambridge Analytica (vean el Gran Hackeo)…  

Quienes dirigen estos lugares conocen casi mejor que nosotros mismos cómo vamos a reaccionar ante una información y una desinformación, por lo que hay algo en todo este éxodo que nos provoca X que a mí me lleva a desconfiar. Me preocupa que se lo estemos poniendo demasiado fácil, e incluso que nos estén llevando a un lugar digital donde seamos presas mucho más fáciles, una especia de isla donde nos creemos alguien y ya no somos nada.

Quién sabe. Sea lo que sea, pase lo que pase, yo siempre leo y escucho a Marta Peirano, que de esto sabe un rato. Alguien que, por cierto, sigue en X.