Por qué no es buena idea comer mientras ves la televisión

Comer o picar algo mientras vemos nuestra serie favorita supone una distracción que nos impide saber cuándo estamos saciados

Ni chorizo ni pimentón: el ingrediente poco habitual en las lentejas con el que darles un toque muy sabroso

Para muchos de nosotros, el hábito de mirar la televisión, revisar el teléfono o consultar algo en el ordenador mientras comemos es algo habitual porque convertimos estos dispositivos y aparatos en nuestros compañeros de mesa. Un almuerzo que devoramos en pocos minutos pegados al móvil o una cena tomada frente a una nueva temporada de nuestra serie favorita es algo habitual. Más del 30% de los menores de 30 años comen y cenan viendo la televisión en España.

Si bien lo hacemos casi de forma inconsciente, las investigaciones en este ámbito han demostrado que tener en una mano un tenedor y en la otra el mando a distancia de la televisión nos perjudica más que nos beneficia. Porque no prestar atención a lo que comemos puede tener repercusiones negativas en nuestra salud y ser contraproducente, como alertan desde el Colegio Profesional de Dietistas-Nutricionistas de Madrid (CODINMA), según el cual las consecuencias sobre nuestra salud nutricional a distintos niveles son varias.

Comer y ver la televisión: una relación tóxica

Una de las consecuencias que apuntan los expertos es que comer frente a una pantalla puede afectar las señales de saciedad y hacer que comamos más cantidad de alimentos de forma inconsciente sin prestar atención ni a lo que comemos ni a la cantidad. Está claro que mientras navegamos en Instagram o escaneamos opciones de Netflix nuestra atención no está centrada en lo que es importante: el contenido del plato. Y aquí está el problema. 

Las pantallas nos hipnotizan, captan nuestra atención y nos impiden comer de forma consciente. Por extensión, tenemos menos probabilidades de saciarnos. Cuando no prestamos atención a lo que nos llevamos a la boca, como suele ocurrir cuando comemos frente a la televisión, es más difícil sentir saciedad. Y esto ocurre porque, al perder la concentración en nuestro plato, también perdemos la capacidad de sentir cuándo hemos comido suficiente, ya no existe una señal que envía el hipotálamo al cerebro indicando que es hora de dejar de comer. 

En consecuencia, cuando no hay control sobre el hambre, puede haber riesgo de aumento de peso: comemos más rápido y en mayores cantidades porque no tenemos conciencia de que el estómago está lleno. Además, frente al televisor no nos tomamos el tiempo que necesitamos para saborear, lo que se traduce en sentir menos los sabores y los olores.

Por tanto, si comemos mientras miramos la televisión es más fácil que perdamos las señales que nos dicen que hemos comido lo suficiente, como ver la cantidad de lo ingerido o sentir que nuestro estómago se está llenando. Hay investigaciones que respaldan esta idea y demuestran que tendemos a comer más cuando estamos distraídos.

Esta distracción también provoca que perdamos el placer durante la comida. Como resultado, el cerebro no está satisfecho, y es entonces cuando corremos el riesgo de conductas alimentarias poco recomendables, motivadas por esta búsqueda de placer: picoteo, ingesta compulsiva de alimentos o antojos de productos muy azucarados o grasos.

Otro estudio interesante publicado en American Journal of Nutrition demuestra que comer bien requiere concentración, y la distracción es un enemigo del control de la ingesta de alimentos. El estudio pone de relieve, con cifras que lo respaldan, que mejorar la ‘memoria’ de los alimentos que consumimos reduce de forma importante la ingesta alimentaria y que eliminar la información visual sobre la cantidad de alimentos ingeridos conduce a un mayor consumo inmediato.

Además, si comemos mirando una pantalla, lo más probable es que acabemos comiendo más rápido, lo que puede derivar, en algunos casos, en comer con ansiedad, mayor cantidad y más rápido. 

Así lo demuestran investigaciones como esta, elaborada por expertos de la Unidad de Nutrición y Conducta de la Escuela de Psicología Experimental de la Universidad de Brístol, según la cual comer frente a una pantalla puede hacer que ingiramos más comida al poco tiempo. Para llegar a esta conclusión, los expertos hicieron dos grupos: uno que comía mientras jugaba al solitario y el otro que hacía lo mismo, pero sin distracciones.

Tras evaluar estos dos grupos, los expertos pudieron ver que el primero se sentía menos lleno después de almorzar que el segundo, una sensación que atribuían a los efectos de la distracción. Al cabo de media hora, estos participantes comieron aproximadamente el doble de bocadillos que los integrantes del otro grupo. 

Otro problema que señalan desde CODINMA es que la ingesta de alimentos frente a dispositivos como la televisión o cualquier otro dispositivo puede acarrear problemas como la aerofagia, es decir, el consumo excesivo de aire provocado precisamente por comer rápido y no masticar bien los alimentos, o digestiones más pesadas. Los expertos atribuyen este problema al hecho de que no estamos enfocando nuestra atención en la comida, que queda en un segundo plano, sino en un estímulo visual. 

Cómo encontrar el equilibrio perfecto mientras comemos

De todas estas investigaciones es fácil deducir que comer sin distracciones, en la mesa, y prestar atención al sabor de cada bocado, es la forma más saludable de relacionarnos con la comida y nos permite, además, estar más en sintonía con nuestras señales de hambre y saciedad. Comer con calma y, sobre todo, con atención, y tomarnos el tiempo para masticar bien los alimentos es clave.

Romper este círculo vicioso es una buena manera de controlar qué y cómo comemos. Aunque no pasa nada si tomamos un refrigerio mientras vemos la televisión, es importante que, a la hora de la comida, nos acerquemos a la mesa y nos alejemos de la televisión. Si damos a la comida la atención que merece podremos reducir la cantidad de alimentos que ingerimos, el hambre y los bocadillos posteriores.

Esto nos permitirá comer despacio y masticar bien. La señal de que estamos llenos tarda unos 20 minutos en llegar al cerebro. Por tanto, cuando comemos despacio y masticamos bien los alimentos, damos tiempo a que esta señal llegue, lo que evita que comamos en exceso. 

Por tanto, comer sin mirar la televisión puede fomentar una alimentación consciente, que dirige la atención a la comida que tenemos delante: podemos percibir las señales de saciedad cuando no estamos totalmente concentrados en la pantalla. Además, hay una correlación positiva entre el tiempo que dedicamos a comer y el porcentaje de personas con peso normal.