Estas huellas en la secuencia genética revelan el efecto biológico que tiene el tabaquismo pasivo y contribuyen a explicar las consecuencias adversas para la salud, según una investigación liderada por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal)
Preguntas y respuestas sobre el nuevo plan antitabaco en España
Existe ya evidencia científica sobre los problemas de salud que genera la exposición al tabaco en las personas que no fuman pero inhalan los tóxicos del ambiente. Sin embargo, ahora un grupo de investigadores liderados por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) ha demostrado que el tabaquismo pasivo en los niños deja marcas en el ADN, llamadas alteraciones epigenéticas, similares a las que tienen los consumidores activos o los bebés cuyas progenitoras han fumado durante el embarazo. Los resultados de la investigación, publicada en la revista Environment International, son un paso más para explicar los efectos adversos sobre la salud de respirar humo de los cigarrillos.
“Estas modificaciones que vimos están muy cerca de genes que ya sabemos que están implicados en problemas respiratorios y cardiovasculares así que podemos acercarnos a explicar el efecto biológico que puede dar lugar a esas condiciones más clínicas”, indica Marta Cosin-Tomàs, investigadora del ISGlobal y primera autora del estudio, basado en una muestra de 2.689 niños y niñas de entre siete y diez años procedentes de ocho países europeos a los que se tomó muestras de sangre. Una parte estaban expuestos al humo en casa y otra no.
Para entender lo que encontraron los investigadores es útil pensar el ADN como un libro y estas huellas moleculares como marcas en las páginas. En este caso concreto se estudió un tipo de estas marcas: la metilación del ADN, uno de los principales mecanismos epigenéticos que permite activar o inactivar la expresión de los genes. Si hay muchos metilos (muchas marcas químicas), esa parte del ADN será más compacta; si hay menos, más abierta. Ambas alteraciones, ya sea por exceso por defecto, “pueden provocar que se estén expresando genes que no tocan o a una intensidad inusual”, desgrana la investigadora principal.
En los niños y niñas expuestos a tabaco se identificaron cambios en la metilación del ADN en 11 regiones. Nueve de ellas ya se habían localizado previamente en fumadores activos y “seis se asocian a enfermedades como el asma o el cáncer, para las que el tabaco supone un factor de riesgo”, subraya ISGlobal en una nota de prensa.
Estas modificaciones están muy cerca de genes que ya sabemos que están implicados en problemas respiratorios y cardiovasculares así que podemos acercarnos a explicar el efecto biológico que puede dar lugar a esas condiciones más clínicas
Un trabajo realizado en 2019 plasmó que la mayoría de los niños menores de 12 años (71,7%) sufren el humo ambiental del tabaco. Un 29,2% lo respira en casa o en el coche y el 42,5% solo en el ámbito público. Los tóxicos del tabaco se cuelan en los sitios menos esperados. Una investigación publicada en 2022 en JAMA Network Open detectó restos de tabaco en las manos de la mayoría de niños, incluso en hogares donde no se fumaba.
Otro estudio, de mediados del año pasado y cuyos resultados se tomaron de las experiencias de 400 niños y niñas en Tarragona, reveló que uno de cada tres convivía con un adulto fumador y que dos de cada cinco progenitores consumidores fumaba en presencia de sus hijos. “La concienciación de los progenitores fumadores con respecto a los peligros de una exposición temprana a las sustancias tóxicas del humo del tabaco sigue siendo muy baja, lo cual es preocupante”, concluían los autores.
“Es urgente implementar medidas integrales”
Esta es una prueba más de que “es urgente implementar medidas integrales para reducir la exposición infantil al humo del tabaco, tanto en el hogar como en otros espacios cerrados”, dice otra de las investigadoras, Mariona Bustamante. Cosin Tomàs, que trabaja en epidemiología molecular, advierte además de que no es trata de “apelar a la responsabilidad individual de las familias” sino enmarcar la realidad como “un problema de salud pública”. Si no, apunta la científica, se corre el riesgo de pasar por alto una cuestión de desigualdad social: se sabe que están más expuestos al humo los niños y niñas que viven con progenitores con menos nivel educativo o con menor nivel de renta.
España está preparando una modificación de la ley del tabaco que pretende ampliar los espacios sin humo a algunos exteriores como las terrazas, las playas o las marquesinas de autobús, aunque todavía no se ha concretado definitivamente cuáles. El Ministerio de Sanidad, que será el departamento que redacte la norma –aunque después debe refrendarse en el Congreso de los Diputados–, aduce a dos motivos: por un lado, que el humo de segunda mano también es nocivo en exteriores; por otro, para “desnormalizar” el hábito, es decir, que cada vez esté menos presente socialmente.