Los líderes europeos se reúnen de urgencia en París para decidir una posición común ante el aliado norteamericano que de pronto ya no es nuestro aliado, nos declara la guerra comercial, apoya a las fuerzas extremistas y busca un acuerdo en Ucrania según sus intereses
La primavera ha venido, y todos decimos con Machado: nadie sabe cómo ha sido. Días más largos, mañanas soleadas, veinte grados, el campo bellísimo tras las últimas lluvias, y el vicepresidente estadounidense, JD Vance, soltando en la Conferencia de Munich un discurso ultraderechista en la cara de los pasmados líderes europeos, sin disimulo alguno. “En Washington hay un nuevo sheriff”, advirtió el macarra.
La primavera ha venido, nadie sabe cómo ha sido: nos hemos pasado un glorioso fin de semana en el campo, en la playa, en el parque, en terrazas de bares tomando cervezas al sol, eufóricos por el buen tiempo y el invierno que va quedando atrás, mientras el nuevo gobierno estadounidense decidía resolver por su cuenta la guerra en Ucrania, negociando directamente con Putin, dejando a la afectada Ucrania un papel secundario, y sin contar con Europa (lo dijo con todas las letras el enviado especial de Trump, Keith Kellogg: “Europa no participará en las conversaciones”).
La primavera ha venido, nadie sabe cómo ha sido, ya se ven almendros florecidos, cada año un poco antes, y si miras al cielo puedes ver las primeras bandadas de aves dibujando flechas hacia el norte, mientras los líderes europeos se reúnen este lunes de urgencia en París para decidir una posición común ante el aliado norteamericano que de pronto ya no es nuestro aliado, nos declara la guerra comercial, apoya a las fuerzas extremistas (en Alemania, la primera ocasión), busca un acuerdo en Ucrania según sus exclusivos intereses, y avisa a Europa de que se busque la vida para defenderse de ahora en adelante.
La primavera ha venido, nadie sabe cómo ha sido, y mientras nos ponemos la primera manga corta del año, a Europa le tiemblan las piernas en un momento de especial debilidad, con la ultraderecha subida a la ola trumpista, después de tres años de guerra en Ucrania que además de miles de muertos ha costado un dineral en armas, ha puesto patas arriba el sistema energético europeo y nos ha hecho más dependientes de Estados Unidos, también en lo militar.
La primavera ha venido, nadie sabe cómo ha sido, y aunque algunos ya pensamos en el verano y planeamos las vacaciones, el único mensaje claro que parece estar sobre la mesa es: aumentad el gasto en defensa. Lo dice Trump, lo dice la OTAN, lo dicen voces en Europa, no lo dice nuestro gobierno pero ya echa cuentas. Se nos pide a los europeos un drástico incremento en el presupuesto militar que pone fin a la ilusión pacífica que desde la posguerra ha mecido al continente: no hacía falta preocuparse por nuestra defensa, que para eso estaban la OTAN y nuestro aliado Estados Unidos.
La primavera ha venido y nadie sabe cómo va a salir Europa de esta. Sin liderazgo, con gobernantes que bastante tienen con salvar sus propias inestabilidades internas, con el (des)orden mundial reajustándose deprisa y a las bravas, desconcertada por el volantazo estadounidense (que se veía venir aunque ahora parezca pillar por sorpresa), y con una creciente quinta columna que sigue la agenda trumpista.
La primavera ha venido, a mediados de febrero, y ni siquiera pensamos ya en la crisis climática que nos adelanta la primavera, las temperaturas inusuales, los récords de calor que encadenamos desde hace muchos meses, ni el parón que las muy modestas políticas climáticas van a sufrir ahora que el negacionismo está sentado en la Casa Blanca, y Europa dice tener cosas más importantes de qué preocuparse.
Qué buen fin de semana primaveral, pero a la vuelta nos esperaba el puto lunes.