En el distrito berlinés, muchos vecinos de origen migrante observan con preocupación el avance de Alternativa para Alemania, segundo partido en intención de voto de cara a las elecciones del domingo
Wolfgang Münchau, analista: “El debate sobre migración en Alemania es una distracción para no hablar de un modelo económico que ya no funciona”
El día está llegando a su fin, pero el trasiego no se detiene en la bulliciosa Karl-Marx-Straße, una de las arterias principales del distrito de Neukölln, en el sur de Berlín. Un hombre cruza un paso de peatones con un pañuelo palestino en la cabeza y, a su lado, un chaval de estética hípster carga unas bolsas de la compra. Varios grupos de jóvenes pasan la tarde sentados en cafeterías y locales de kebab. Los locutorios, las tiendas halal y los clásicos spätkaufs, quioscos que sacan de un apuro fuera del horario comercial habitual, se entremezclan con los supermercados bio y los salones de uñas.
Los vecinos vienen y van, desafiando las temperaturas cada vez más gélidas, esquivando los restos del manto de nieve que cubrió la ciudad solo unos días atrás. En un rincón de la calle, una pegatina casi pasa desapercibida entre los grafitis. ‘Höcke ist ein nazi [Höcke es nazi]’, reza el adhesivo de color fucsia, en referencia al líder del ala más radical de la formación ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), conocido por defender abiertamente posiciones que rayan con el neonazismo.
El partido ultra no ha rascado tradicionalmente muchos votos en este distrito multicultural y lleno de contrastes –en las últimas elecciones generales, logró menos del 8%, mientras que en las europeas del año pasado sacó un 10%, casi seis puntos menos que el resultado que cosechó a nivel nacional–. Sin embargo, esto está lejos de aplacar los ánimos de muchos vecinos, que observan intranquilos cómo, a menos de una semana para los comicios federales, AfD se mantiene en el segundo puesto en las encuestas de intención de voto. Aunque sus posibilidades de gobernar son prácticamente nulas, el partido puede lograr el mejor resultado de su historia a lomos de una dialéctica xenófoba y antinmigración.
Desde el mostrador de la tienda en la que trabaja, Omar es testigo de esta inquietud. “La gente está muy preocupada porque pueden ganar mucha fuerza, nos concierne a todos”, dice a elDiario.es este joven de 28 años, que cuenta que llegó en 2014 huyendo de la guerra de Siria y se asentó aquí como refugiado.
“Creo que pueden subir más de lo que dicen las encuestas. Pero me preocuparía más que entrasen en una coalición con la CDU”, señala Omar, que asegura sentirse “muy decepcionado” por el acercamiento del líder de los conservadores y favorito en los comicios, Friedrich Merz, a AfD el mes pasado. Merz causó un terremoto político tras romper el tabú sobre la colaboración con la ultraderecha, cuyos votos toleró para sacar adelante en el Bundestag una resolución que pedía endurecer las medidas migratorias, entre ellas controles fronterizos permanentes y el rechazo sin excepciones a personas extranjeras indocumentadas, aun cuando expresen su intención de solicitar asilo, contraviniendo la normativa internacional. A juicio del joven, el partido ultraderechista “va a tener un gran papel” en la política, si consigue buenos resultados.
Omar, que llegó de Siria en 2014, en una tienda del distrito berlinés de Neukölln.
Entre bandejas, teteras y faroles relucientes, Omar se las arregla para responder a las preguntas mientras atiende a la fila de clientas que, de repente, han llenado la tienda especializada en artículos de Oriente Medio. “Alemania necesita a los migrantes. AfD no tiene una visión de futuro, sin inmigración Alemania no es nada, créame”, dice el joven, que estudió Informática de gestión y ahora está reciclándose con una formación en Administración de empresas. Nueve años después de su llegada al país, se sacó la nacionalidad alemana, según explica, por lo que puede votar en las elecciones del próximo domingo.
“El barrio más bonito de Berlín”
Cuando habla de Neukölln, al joven de origen sirio se le dibuja una sonrisa de oreja a oreja. “Es el barrio más bonito de Berlín, aquí uno se siente como en casa. La gente se conoce. Siempre he trabajado aquí”. En 2021, la población procedía de 155 países diferentes, según datos estadísticos recogidos por la oficina municipal de Neukölln. Dos años después, se situaba entre los distritos con una proporción de extranjeros comparativamente alta de Berlín (28%) y también, junto a Mitte, era uno de los que mayor porcentaje de personas de origen migratorio tenía, rozando el 50%.
La comunidad árabe y turca tienen un peso importante en este distrito, que ha cargado durante mucho tiempo con la etiqueta de “barrio problemático”, el estigma y los clichés racistas. En la actualidad, Neukölln está de moda, se ha gentrificado y es popular entre artistas y jóvenes, sobre todo la zona junto al parque Tempelhof, donde se encontraba el antiguo aeropuerto de la ciudad, ahora reconvertido en una amplia zona de ocio.
Gente paseando por la calle Karl Marx, una de las calles principales de Neukölln.
A pocos metros de la tienda de Omar en la calle Karl Marx, Mustafá ojea una bandeja de dátiles en la puerta de una frutería. “AfD me da un poco de miedo, están en contra de los solicitantes de asilo e intentan manipular”, dice este hombre iraquí de 33 años que vino desde Ucrania. “Me asusta porque yo no tengo derechos”, agrega. En la acera de enfrente, una chica que no indica su nombre ni su procedencia dice: “No hay nada que odie más que AfD, que no ganen jamás”. “Aquí viven muchas personas extranjeras que quieren construir su futuro en Alemania. Pero ellos dicen: ‘Fuera, que se vayan’”, señala la joven.
En estos comicios, la ultraderecha ha abrazado abiertamente la idea de ‘remigración’, es decir, deportaciones masivas, y ha incluido en su programa electoral este polémico término empleado por extremistas de derechas y neonazis. En enero, la Policía abrió una investigación sobre el reparto de panfletos con forma de billetes de avión y el logo del partido ultra en los buzones de personas migrantes o con raíces migrantes. AfD está en el punto de mira de los servicios secretos del país, que la acusan, entre otras cosas, de diferenciar entre alemanes y “alemanes de pasaporte”, menospreciando a los ciudadanos con antecedentes migratorios.
Mustafá, un joven iraquí de 33 años, en Neukölln.
Estas posturas se enmarcan en lo que algunas voces llaman nacionalismo étnico. Franco Delle Donne habla de nativismo. “Es decir, el nativo por delante del no nativo. No es suficiente con tener el pasaporte o haber nacido aquí, o ser nieto de alemanes. Si no tienes nuestra cultura, definida por nosotros, no eres alemán. Si no cumples determinadas características en términos étnicos, fisiológicos, culturales, gastronómicos… no eres alemán. Y si las cumples todas pero piensas diferente, tampoco eres alemán”, dice el fundador del proyecto de divulgación Epidemia Ultra e investigador en la Werkstatt für Sozialforschung Berlin.
Kauthar es vecina de Neukölln. Su madre es alemana y su padre, libanés. Aclara que a sus 16 años aún no puede votar, pero no oculta su indignación por los mensajes propagados por AfD. Le enfada el uso de los migrantes y los refugiados como chivos expiatorios políticos. “Hay mucha tensión”, reconoce.
“Mis amigos del colegio están muy nerviosos, tienen miedo de tener que volver a sus países”, señala la adolescente. “Es gente que ha construido un hogar aquí y tendría que irse si AfD estuviera en el poder. Si ganasen, se derrumbaría todo, porque Alemania depende de los migrantes. Sin ellos, no funcionaría”, agrega Kauthar, que cree que este tipo de discursos avivan el racismo y la discriminación que “sufre la población migrante a diario por parte de los alemanes”.
Kauthar, vecina de Neukölln, frente a un escaparate en la calle Karl Marx.
En opinión de la joven, otros partidos están optando por reaccionar y “bailar el agua” a la formación ultra. Antes y durante la campaña, varios partidos, incluidos los socialdemócratas, han optado por endurecer su discurso sobre inmigración. Robert Grimm, jefe de investigación política y social de Ipsos, explica que este el tema más importante en estos momentos para los alemanes tras el flujo de llegadas que ha experimentado el país en la última década, desde la llamada ‘crisis de los refugiados’ –según la ONU, Alemania acogió a más de 1,2 millones de personas, entre 2015 y 2016, con el Gobierno de Angela Merkel–.
Para la ultraderecha, se trata de un terreno fértil. “Alternativa para Alemania ha ganado adeptos por su firme postura contra la inmigración y su explotación de las inquietudes de la población. El partido atrae a votantes desilusionados con la política dominante, preocupados por la inmigración y el declive económico, y a jóvenes que se sienten desoídos y pesimistas sobre el futuro”, dice el experto de Ipsos.
“Dicen que son demócratas, pero no lo son”
La ultraderecha no ha dudado en instrumentalizar una serie de ataques violentos por parte de sospechosos de origen extranjero que han conmocionado al país. “En realidad no tienen que ver con estructuras terroristas, sino que se ha tratado de gente desestabilizada mentalmente. Pero se vincula con la supuesta política de ‘fronteras abiertas’ de Merkel y esto ha revitalizado el discurso de AfD”, explica Delle Donne.
En diciembre, el atropello en el mercado navideño de Magdeburgo colocó la inmigración en primer plano de la campaña electoral, pero también inauguró una nueva ola de violencia racista. Según informa Politico, las organizaciones que documentan los crímenes de odio han detectado un aumento de los ataques violentos contra las personas migrantes –en las seis semanas posteriores al ataque al mercado, la ONG Mobile Opferberatung, documentó 20 casos de este tipo, incluidos 15 casos de agresión–.
“AfD usa cualquier cosa que hace un extranjero para echar la culpa al resto de los inmigrantes cuando no tiene nada que ver”, dice Taha, que llegó a Alemania en los 70 tras escapar de la guerra civil de Líbano. De hablar pausado, es el mayor del grupo de hombres que están sentados en una de las cafeterías del centro comercial situado junto a la parada de metro de Hermannstraße.
Como muchos vecinos de Neükolln, prefieren no hablar de las elecciones y señalan a Taha: él tiene la nacionalidad alemana, hace más de 20 años que puede votar. Asegura que todos sus amigos “tienen miedo de que, si alguna vez llega al Gobierno, AfD empiece a devolver a gente y les afecte”. “Dicen mucho que son demócratas, pero no lo son”, agrega. “Pero a lo mejor sus resultados bajan por sorpresa, nunca se sabe”, concluye.
“Todos estamos muy preocupados. No solamente por lo que puede llegar a pasar, por muchas residencias permanentes o nacionalidades que tengamos, sino por la percepción”, dice Ana Álvarez, CEO y cofundadora de Migrapreneur, una organización que ayuda a comunidades migrantes a navegar la burocracia alemana y a conectarlas con programas para sacar adelante sus proyectos.
Uno de los carteles que se pueden ver en el barrio de Neukölln.
“Se sigue utilizando a diestra y siniestra la expresión ‘migrantes ilegales’ sin identificar qué es, y hemos entendido que un migrante mata, pero un alemán no. Hay datos de criminalidad que han aumentado muchísimo más que los robos, los hurtos o los asesinatos por parte de migrantes. Hay muchos feminicidios y es un tema ni siquiera está en la agenda”, señala.
Si hay algo que inquieta a Álvarez es el cambio de narrativa que se ha venido fraguando a medida que el discurso de AfD va calando. “Hasta hace tres años, había un consenso de que Alemania necesita migrantes para trabajar. Hablamos de un país con una población muy envejecida. ¿Quiénes están limpiando las calles? ¿Quiénes están trabajando en construcción? ¿Quiénes trabajan en la agricultura?”, pregunta la empresaria de origen costarricense, afincada en el país desde 2015.
“Una de las profesiones que más necesita Alemania son médicos. Los hospitales están abarrotados. Hoy, la nacionalidad con más médicos son los sirios. Son 12.000 los médicos sirios especialistas. Va a ser una de las primeras elecciones en las que muchísimos sirios van a votar. Casi 300.000 sirios tienen nacionalidad alemana. Es un logro increíble y se habla muy poco de ello”, dice Álvarez.
Son tiempos, reconoce, de remar a contracorriente. “La migración en Alemania no es un problema. Al contrario, Alemania necesita más ejemplos de éxitos como este. Recibir a los refugiados fue una de las decisiones más acertadas que tuvo este país. Alemania necesitaba abrirse al mundo y ahora parece que se vuelve a cerrar”, concluye.