Europa ante el gran desafío

Que alguien tan endeble como Macron se haya convertido en el referente para aunar esfuerzos e intentar plantar cara a la pinza Trump-Putin dice mucho de la debilidad europea

Trump llama “dictador” a Zelenski: “Más vale que actúe rápido o su país desaparecerá”

Cuando Timothy Garton Ash (Londres, 1955) escribió Europa (Taurus y Arcàdia en catalán) lo hizo como un relato personal que en realidad aspiraba a ser una reivindicación que, según sus propias palabras, no cayese en el fatalismo de Zweig sino que transmitiese el optimismo de alguien como Václav Havel. 

El libro es un repaso a la historia de casi medio siglo, la del propio autor, desde el desembarco de su padre en Normandía el día D a la caída del muro de Berlín o el triunfo del Brexit, por citar tres momentos sin los que es imposible explicar que a pesar de las dificultades, errores propios y actitudes como la soberbia, los valores europeos siguen siendo los más convenientes para el conjunto de sus ciudadanos.  

“La Europa de hoy, pese a todos sus defectos, limitaciones e hipocresías, pese a todos los reveses de los últimos años, aún es mucho mejor que la que salí a explorar a principios de los setenta, por no hablar del infierno que se encontró mi padre cuando era joven. También es mejor que la de siglos atrás, incluyendo la Europa de antes de 1914, idealizada por Stefan Zweig. De hecho, adaptando el famoso comentario de Churchill sobre la democracia, podríamos decir que esta es la peor Europa posible, excepto todas las otras Europas que se han intentado de tanto en tanto. Defender, mejorar y ampliar una Europa libre tiene sentido. Es una causa digna de esperanza”, concluye el autor al final del libro.  

Garton es de los que pronosticó que Trump ganaría las elecciones. “Y será un desastre para EEUU, una catástrofe para Ucrania, un gran desafío para Europa..”, añadió en una entrevista. Los primeros pasos del presidente estadounidense le están dando la razón. El desafío es mayúsculo y recurriendo a otra expresión del historiador y periodista británico, Europa no puede cerrar los ojos ante un mundo que hoy es más peligroso. 

El populismo ha anidado y crecido en los colectivos más perjudicados por las sucesivas crisis y es especialmente preocupante el impacto de la extrema derecha entre los colectivos más jóvenes. La apelación al miedo no es suficiente para convencer a muchos ciudadanos de los perjuicios que implica la llegada al poder de estas formaciones, tanto en recortes de derechos individuales como colectivos. El profesor Santiago Gerchunoff recordaba este sábado en una entrevista en este diario que el miedo no ha evitado que Trump o Milei hayan llegado al Gobierno. Tal vez en España, por una pura cuestión temporal, las apelaciones a la dictadura puedan aún funcionar entre algunos grupos de votantes, casi de modo generacional, pero a esa estrategia le queda ya muy poca pólvora.

Que Macron, un mandatario endeble y falto de imaginación, según certera definición de Enric González, que alguien tan mediocre se haya convertido en el referente para aunar esfuerzos que permitan plantar cara a la pinza Trump-Putin dice mucho de la debilidad europea. Pero con una Alemania en tiempo de espera electoral y un canciller de salida, una Italia tomada por una extrema derecha a la que en Bruselas se intenta dar un barniz de afabilidad, y una España que se ha convertido en la resistencia socialdemócrata, el presidente francés asoma la cabeza como el único capaz de improvisar las dos cumbres de esta semana.

La cuestión es cuál es el propósito de los países que estuvieron en París, porque ya antes de la llegada de Trump, Europa había dado muestras evidentes de su fragilidad. La compañera Olga Rodríguez ha escrito el análisis que mejor resume cómo la perpetuación de la guerra en Ucrania ha tenido consecuencias que, en algunos casos, eran previsibles. Recordaba, por ejemplo, que múltiples voces advirtieron de que la propuesta de adhesión de Ucrania a la OTAN podría provocar una respuesta militar rusa. Evidentemente, eso no justifica la invasión ilegal ni las barbaridades que ha cometido el ejército ruso, pero sí ayuda a entender qué ha pasado.  

Europa no puede dejar que solo Estados Unidos y Rusia decidan el futuro de Ucrania. Del mismo modo que no puede prometerle a Zelenski lo que sabe (y ya sabía) que no puede ofrecerle. Y no se trata solo del futuro de Ucrania. ¿La alternativa a una OTAN en manos de Trump es reforzar la seguridad de Europa con una mayor inversión en Defensa? ¿Hay que hacerlo de manera mancomunada, como propone Sánchez, o que cada uno se espabile como pueda? ¿Europa necesita un ejército propio? El presidente español ha reclamado “una paz duradera” sin tener presente el proverbio ruso que recuerda que “la paz perpetua dura hasta la guerra siguiente”.  

Más allá de la seguridad, en la que no todos los países lo ven igual, ¿cuál es el plan para recuperar una cierta soberanía económica? ¿Y para avanzar hacia una mayor independencia energética? Las elecciones de este domingo en Alemania van también sobre todo eso, sobre las consecuencias de un modelo agotado y una economía que ya no es la que fue. Lo saben ellos y lo sabe Trump.