Como buena demócrata, prefiero que al frente de los partidos a los que nunca votaría haya personas capaces, valientes cuando la situación lo requiera, comprometidas cada día con sus propios valores y con los ciudadanos
Mientras los europeos de toda ideología (con excepción de la extrema derecha trumpista putinista) intentan sobreponerse al desconcierto y frustración que provoca ver al otrora aliado más poderoso del mundo cargarse el tablero de juego, encaminarse al autoritarismo y convertirse en un estado depredador, aquí en España Alberto Núñez Feijóo, aun líder del Partido Popular, se encuentra perdido en tierra de nadie. La rendición de Trump ante las tesis expansionistas de Putin le ha obligado a publicar un tuit apoyando a Ucrania. Después de tan grandísimo esfuerzo, se ha retirado al rincón de no pensar en nada ni hablar de nada (nada relevante para su país) donde se encuentra incómodamente instalado desde hace varios meses. A su alrededor, varias figuras prominentes del partido que preside pero no gobierna se han empezado a caer del guindo del trumpismo. Algunos, para ser justos, nunca estuvieron allí, a pesar de las posiciones del ala más voxera, a veces es más voxera que Abascal.
Feijóo nunca fue un líder carismático: llegó a Génova recorriendo un largo camino lleno de vueltas y revueltas, de forma casi sinuosa, y desde entonces y especialmente después de no poder gobernar porque no quiere, su nunca caudalosa popularidad se ha ido apagando. Quiso merendarse a Vox y acabo siendo parte del menú. No es simpático ni a los suyos, que es algo que no tiene por qué ser un defecto si te respetan o te temen. En su caso, nada de nada. La nada nadea, que dijo Heidegger. La irrelevancia absoluta. Ni las salidas de tono del jefe de gabinete de la baronesa Díaz Ayuso y de la propia baronesa ni el enredo de mentiras que llevan tejiendo laboriosamente Carlos Mazón y la Generalitat valenciana desde el día de la Dana le sacan de su estupor. Ayuso no está para “esas mierdas”, Mazón para buscar justificantes y Feijóo para absolutamente nada. De ahí que parte de los suyos exijan liderazgo y miren a Espinosa de los Monteros, que al menos sabe articular un discurso, aunque sea falso.
La situación internacional, con Donald Trump convertido en el primer monarca promotor inmobiliario de EEUU, exige más que nunca un liderazgo conservador o liberal, como ellos quieran llamarlo, que haga frente desde la derecha al autoritarismo depredador y tiránico, que defienda los valores comunes, los derechos humanos, la libertad (la de verdad), la ley, las instituciones y el Estado de derecho. A Feijóo este momento histórico le viene grande, porque es un líder al que resulta imposible identificar con idea o propuesta alguna. No es nuestro Churchill, qué le vamos a hacer. No conoce ningún tema nacional en profundidad, ya hablemos de vivienda o de pensiones, y solo está en su salsa hablando de la familia de Sánchez y sosteniendo que todo es ya insostenible. Ya va para tres años como presidente del PP. Y no sigue como el primer día porque está mucho peor que el primer día.
Como buena demócrata, prefiero que al frente de los partidos a los que nunca votaría haya personas capaces, valientes cuando la situación lo requiera, comprometidas cada día con sus propios valores y con los ciudadanos. Que en estos tiempos turbulentos en los que casi todos sentimos miedo, desasosiego, rabia, ejerzan un liderazgo que no solo debe ser práctico, también debe ser moral. El reto que tenemos por delante es mayúsculo y hay que preguntarse si Feijóo estaría capacitado para asumirlo. Habrá no solo que proteger eficazmente a Ucrania, también nuestra democracia de fuerzas nacionalpopulistas contrarias al proyecto de integración europea, que son clave en la pervivencia de nuestros estados del bienestar, con todos sus fallos. Habrá que afrontar reformas económicas para mejorar la competitividad, productividad e innovación que vayan más allá de bajar impuestos a los más ricos y a los tíos y sobrinos de los más ricos. Habrá que defender nuestros derechos y nuestra dignidad y la dignidad y derechos de los que no pueden defenderse frente a potencias que parecen hacer del abuso de poder y la extorsión la nueva forma de ejercer la política. Queda mucha tarea por delante y, para llevarla a cabo, mi pregunta es: ¿Sabemos algo de Feijóo?