El reverso de precariedad y desigualdad en los musicales de Gran Vía: «El ambiente laboral es muy tenso»

Mujeres dedicadas a la técnica o el vestuario en espectáculos de Madrid ilustran las reclamaciones de todo el sector, como impago de horas extra o dificultades para librar dos días seguidos, así como las que atañen sobre todo a las mujeres: «He tenido que aguantar a jefes tocándome el culo y nadie hizo nada»

La inseguridad, la precariedad y las conversaciones de los ‘riders’ entre pedido y pedido, contadas en ‘Los de ahí’

“Hay un sentimiento de agotamiento generalizado. Eso crea un entorno hostil y poco acogedor, especialmente para quienes se incorporan a la empresa”. Estas palabras de Ana (nombre ficticio, como todos los de este artículo sobre un sector en el que nadie puede jugarse su puesto de trabajo) representan el sentir de las profesionales de las artes escénicas que relatan sus experiencias a Somos Madrid. Técnicas, acomodadoras, maquilladoras, responsables de vestuario… Mujeres que soportan la desigualdad en unos trabajos que ya de por sí están a la sombra de los focos, pero imprescindibles para que esos focos saquen todo el brillo a lo que sucede sobre las tablas.

Con la Gran Vía convertida en centro neurálgico de los musicales en el país, el brillo de esta arteria madrileña contrasta con las condiciones que soportan habitualmente estas plantillas. Ana forma parte del equipo de El Rey León, buque insignia de esta oferta musical que se encuentra ya en su 14ª temporada asentado en el Teatro Lope de Vega. “El ambiente laboral, en general, es muy tenso. La falta de profesionalismo y experiencia es evidente, no solo en nuestra compañía, sino en el sector en general, especialmente en la parte privada. Las condiciones laborales son tan desfavorables que la escasez de técnicos capacitados es cada vez mayor y hay poco interés por parte de las nuevas generaciones en aprender este oficio”.

“Mi sueldo no supera los 1.300 euros, con una retención del 14%. A esto se suman las constantes horas extra cada semana debido a los ensayos, la formación de nuevos elencos, ensayos generales, mantenimientos o dobletes adicionales, entre otros. Esas horas extra, en lugar de pagarse, se compensan con tiempo libre. Todos los ensayos se llevan cabo antes de la función, lo que implica horarios irregulares que varían semana a semana, generando una gran inestabilidad en nuestras vidas”, explica Ana.

Dificultades que atañen también a los intérpretes, como evidenció el protagonista de Aladdín, Roc Bernardí, al recoger el galardón a Mejor interpretación destacada masculina en los Premios del Teatro Musical. “Ningún miembro del elenco de grandes producciones debería cobrar el sueldo mínimo marcado por convenio”, exigió. Reclamó además que las productoras “no deberían dar de baja en vacaciones”. El descontento se extiende también a los músicos, que en los últimos meses han reforzado la organización colectiva para exigir mejoras laborales. Todo ello evidencia que, con sus particularidades, hay un patrón de precariedad que se repite más allá de matices sectoriales.

Ana señala que una de las principales preocupaciones está en “la implementación de las 48 horas de libranza consecutivas”. Actualmente solo tienen los lunes como día libre. “Aunque pueda parecer sorprendente”, apostilla. “El comité de empresa nos ha informado sobre la existencia de una ley que obliga a las empresas a otorgar estas 48 horas de descanso seguidas. Llevamos más de un año intentando implementar esta medida, pero las opciones que nos ha propuesto la empresa terminan empeorando nuestra calidad de vida y nuestra conciliación familiar, a pesar de que nos las presentan como mejoras”.

Pero Ana no se limita al diagnóstico y propone soluciones: “Desde mi punto de vista, hay que mantener al personal motivado y bien remunerado, darnos lo que realmente merecemos. Si conseguimos esto, la calidad del trabajo mejorará y el espectáculo también. Al final la dedicación y el bienestar del equipo se reflejan directamente en el resultado final”. Stage Entertainment, productora de El Rey León, no ha respondido hasta el momento las preguntas trasladadas por este medio acerca de las reivindicaciones laborales en el equipo.

Situaciones límite e inseguridad entre jornadas maratonianas

Las peticiones de Ana son en mayor o menor medida transversales en el sector, incluso en toda la industria musical. En el caso de Eva, encargada del vestuario en otro musical de Gran Vía (pide ocultarlo al igual que su nombre real para evitar posibles represalias), la experiencia está marcada por la desigualdad que afecta a las mujeres. “Personalmente, yo he sufrido maltrato por parte de compañeros, llegando al punto de encerrarme en un baño a llorar porque no podía más. Me quejé y nadie hizo nada, por lo que la falta de humanidad es algo común. Aparte de esto, he tenido que aguantar a jefes gritándote a la cara, y a otros tocándote el culo. Y da igual que te quejes una y otra vez; nadie hace nada”.

Lamenta también las mejorables condiciones de seguridad: “El estado de los teatros es decadente y peligroso. Encima te exigen llevar calzado de seguridad y solo te dan 50 míseros euros para que te lo compres. Luego además parece que tienes que darles las gracias…”.

El relato de Eva se da la mano con el de Ana al mencionar la necesidad de dos días consecutivos de descanso: “Llevo dos años sin librar 48 horas seguidas. Incluso muchos lunes, que son el día que libro, tengo que viajar de gira así que me paso 15 días sin descansar”. En su caso, además, las ni siquiera tiene vacaciones como tal: “Te despiden y luego te contratan de nuevo, así que no te las pagan”.

Llevo dos años sin librar 48 horas seguidas. Incluso muchos lunes, que son el día que libro, tengo que viajar de gira así que me paso 15 días sin descansar

“Los sueldos son bajos, y siempre intentan pagarte de menos, por lo que sueles querer llamar a recursos humanos. Pero sorpresa: no te responden, ni email ni llamadas. A muchos compañeros nos deben dinero porque nunca saldan las deudas”, sentencia al hablar de lo estrictamente económico.

Las dificultades y la precariedad acaban expulsando del sector a muchas profesionales. Es lo que le sucedió a Luna, que tampoco desea reflejar su identidad real pese a dedicarse ahora a otro oficio. Trabajó como técnica en el Teatro Rialto, conocido sobre todo por Mamma Mia!, aunque ella trabjó en concreto en el musical La jaula de las locas, con Ángel Llàcer como principal reclamo.

“Empecé en el Rialto como acomodadora, cuando todavía no había acabado la carrera. Para mí era una manera de acercarme al mundo de la escena a la vez que estudiaba. Entré a formar parte del equipo a través de Grupo Crit, una empresa de trabajo temporal que daba servicios de acomodación externos al teatro. Aunque la época la recuerdo muy intensa y positiva, lo cierto es que los contratos eran bastante justos e inestables. Un día necesitaban personal y al siguiente no, aunque siempre cumplieron con lo que se firmó”.

Luna recaló después en los Teatros del Canal y, ya sin la participación de la ett, recorrió todo el país durante seis meses con Mecano Experience, un musical/tributo al grupo que integraban Ana Torroja y los hermanos José María y Nacho Cano. “En esta ocasión mi tarea era más ardua, tenía que asegurarme de que los bailarines y cantantes llegasen bien a sus salidas, así como mantener el vestuario en condiciones óptimas para cada función. El trabajo fue gratificante a la vez que cansando, eran muchos días fuera de casa y siempre de un lado para otro. Las condiciones fueron diferentes en este caso porque me contrataron desde el mismo musical”, expone.

El escenario de desigualdad salarial se repite más allá de Gran Vía

No todos los musicales madrileños se concentran en la Gran Vía. El Teatro Albéniz (en la céntrica calle de la Paz) apuesta desde su recuperación en 2022 por este tipo de espectáculos, y un año más tarde llegó la que se ha convertido en su gran apuesta: El fantasma de la ópera. Para Lucía, “trabajar en un musical de esta magnitud es una experiencia increíble… pero también agotadora y, en mi caso, injusta”.

“Yo formaba parte de un departamento que, junto con otros dos, vivió en desigualdad salarial respecto a nuestros compañeros hombres, a pesar de ocupar exactamente el mismo cargo de jefatura. Y lo peor es que parecía algo normalizado”, lamenta esta trabajadora que acabó dejando su puesto.

“A esto se sumaba que durante meses no podíamos elegir librar nuestras horas extras porque no había personal que pudiera sustituirnos. Al final, solo librábamos los lunes… Como remate, había que revisar las nóminas con lupa, porque muchas veces las horas extra no cuadraban y, casualmente, siempre nos pagaban menos de lo que habíamos trabajado”. Su relato confirma así que libranzas y horas extra son las grandes cuentas pendientes del sector.

Yo formaba parte de un departamento que, junto con otros dos, vivió en desigualdad salarial respecto a nuestros compañeros hombres, a pesar de ocupar exactamente el mismo cargo de jefatura. Y lo peor es que parecía algo normalizado

Dirige sus críticas también a la “falta de profesionalidad del departamento de producción”: “Había ocasiones en las que faltaban herramientas o materiales básicos para que el espectáculo saliera adelante, y éramos nosotros mismos quienes teníamos que ir a comprarlos. Eso ya no era parte de nuestras responsabilidades, pero no quedaba otra si queríamos que la función se hiciera bien”.

LetsGo es la productora de la adaptación madrileña del musical concebido por Andrew Lloyd Weber, Charles Hart y Richard Stilgoe. Fuentes de esta compañía sí contestan a las cuestiones planteadas por este periódico: “Cumplimos rigurosamente con la legalidad del convenio para nuestro marco salarial. En nuestras producciones intentamos que el clima de la compañía siempre sea positivo. Negamos rotundamente los testimonios sobre desigualdad salarial por género o impago de horas extras. Es más, en LetsGo, a diferencia de otras compañías, al equipo técnico se les ofrece la opción de cobrar o librar las horas extras y, en caso de querer librarlas, se les da la opción de elegir sus días de libranza. Para nosotros, promover el compañerismo y el bienestar de nuestro elenco y equipo técnico es una prioridad”.

Lucía discrepa de esta visión y recalca especialmente el desgaste físico y mental del oficio: “No puedo dejar de mencionar lo sacrificado que es este trabajo físicamente. Las jornadas son larguísimas, los descansos casi inexistentes, y en varias escenas nos exponíamos a riesgos reales. La seguridad a veces se sentía más como una sugerencia que como una prioridad. El teatro tiene algo mágico, sí, pero entre bambalinas se necesita una revisión urgente para que todo ese esfuerzo sea reconocido, valorado y, sobre todo, justo”.

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