Ni Trump, ni los votantes fascistas, ni Ayuso son una casualidad

Trump no es una casualidad, ni los votantes del fascismo, ni Ayuso. Puede que sea el aburrimiento el que ha llevado a esta sociedad a la deriva, y de ahí que pida cada vez emociones más fuertes. Las carencias son reales, seguro, pero igual piensan que se palian mejor con un potente espectáculo, incluso cruel y sádico

Donald Trump no es una casualidad, ni lo es su gobierno por muy estrambótico que sea. Ni Milei, por supuesto. Ni el auge del fascismo en las instituciones impulsado por votantes que obvian la historia. Ni que, dentro de un partido tan laxo con la honestidad como el PP, la figura más pujante sea Ayuso. De repente se abre una luz y se muestra el camino que ha conducido a todo esto. Las carencias de unas sociedades a las que las políticas tradicionales no dan respuesta, no justificarían este arrojarse a los infiernos.

En circunstancias realmente trágicas, los seres humanos solían reaccionar buscando soluciones, sacaban fuerzas de donde no las había incluso, por pura supervivencia. Véase la Segunda Guerra Mundial que siguió al crack de la economía de 1929. Tras ella se acometieron los grandes cambios, instituciones supranacionales, consagración de los Derechos Humanos, en el intento de que la barbarie nunca más se repitiera. Y es lo que ahora se quiere destruir ya por completo, tras un notable periodo de derrumbe.

Se están consintiendo arbitrariedades inimaginables, atrocidades mayúsculas. Desde el borrado de las mujeres afganas hasta un genocidio al que asistimos viendo agonizar ante nuestros ojos a las víctimas de la crueldad de Netanyahu sobre los palestinos. Y la vida sigue.

Dicen que Donald Trump anda todo el día malhumorado. Salvo cuando recibió a Netanyahu: ahí era pura felicidad. También parece que le divierte mucho el gran bufón que tiene como asesor, Elon Musk. En apoyo mutuo, el objetivo de ambos es sin duda enriquecerse con esta alianza en la cima del mundo (y más allá) pero Musk ayuda también a Trump a resarcirse de supuestos agravios, a disfrutar con el daño que infiere a aquellos de quienes se quiere vengar, o a quienes desprecia que claramente es media Humanidad, quizás el 90% de ella. Se ríen de sus seguidores y de sus críticos. Toda esta gente lo hace. Los idiotas (básicamente) han subido al podio a los malvados y como tales ejercen a fondo.

Sus votantes tienen ese punto en común con Trump. Se hizo público estos días un vídeo de una de esas cadenas que invitan a relajarse (necesitan ayuda exterior para eso). Este se compone del sonido de los grilletes que llevan en sus pies los migrantes –digamos los extranjeros– deportados de los gloriosos Estados fallidos de Trump y lo difundió hace unos pocos días la Casa Blanca en su cuenta de X. Para disfrutar y relajarse. No les aconsejo que lo vean aunque unos 20 millones lo han hecho ya. Solo he encontrado referencia crítica a esta salvajada aquí, en ElDiario.es, en la columna de Lucía Taboada

Trump se aburre, lo tiene todo hecho y ahora oportunidad de hacer cuanto le plazca, que así ha enfocado su presidencia. Aunque sea cruel y sádico, Parece buscarlo así y no es el único. Puede que sea el aburrimiento el que ha llevado a esta sociedad a la deriva, y de ahí que pida cada vez emociones más fuertes. Las carencias son reales, seguro, pero igual piensan que se palian mejor con un potente espectáculo. La versión actual del viejo refrán: los duelos con pan son menos. Ya ven, con pan.  

El caso de Ayuso, por hablar de España, es otro ejemplo claro. Mazón es el caradura típico y tópico de la derecha. Ayuso, el gancho para el espectáculo. Muchos de sus fans lo que admiran de ella es su chulería y desvergüenza para insultar hasta al presidente del gobierno. Ese llevar la batuta –siquiera en la mano que mece el hilo de la marioneta– en el montaje que abochorna a quien crea mínimamente en la justicia, la política o el periodismo, llegado hoy a unos niveles de bajeza inasumibles. Proporciona Ayuso tal entretenimiento de emociones fuertes, que sus fieles pasan por encima de los 7.291 ancianos muertos sin asistencia médica en las residencias a su cargo. Vamos, pasan tanto como la inmensa mayoría de la justicia española y de los medios que ella riega con el fruto de nuestros impuestos. Esta temporada de la serie ‘Ayuso, el novio, Quirón, los jueces y Viva España’ está viniendo tremenda de agravios comparativos. Denles tiempo que seguro que Trump empezó así a soñar con cargarse la democracia de Estados Unidos.

A principios de los años 2000 evaluamos en TVE el medio siglo de la televisión en España. Aquella caja tonta, que entonces no lo era, evolucionó hacia muchas más pantallas y bastante más insulsas… y pervertidas. Lo primordial ya era solo entretener para vender, productos o ideas.

Las películas y las serie en la televisión única dieron paso a la telerrealidad, a meterse en las vidas de otros aunque fueran guionizadas desde arriba. De ahí se pasó a la crudeza auténtica en directo: las niñas de Alcàsser, Puerto Hurraco. Y luego a las vidas de ciudadanos similares. A las discusiones sobre el sexo de los demonios o de la política sin medida de rigor, a plena pantalla. 

Fermín Bouza, inolvidable profesor de la Facultad de Periodismo de Madrid, asignatura de Opinión Pública, me decía que es la soledad lo que provoca todo esto: la soledad de la gente en la ciudad, sobre todo. De ahí esa ansiedad por ir a las vidas ajenas a través de todo tipo de pantallas por donde entran todo tipo de mensajes que no todos digieren. La soledad que induce a buscar forma parte de un grupo, clan o tendencia, con cuanto lleve.

En una carta a la directora de El País publicada este martes, un lector se queja del tiempo que pierde con las redes y que antes ocupaba en otros menesteres más instructivos. Nadie le obliga, pero “todo el mundo lo hace” y se está constituyendo en problema a vigilar. Y así situamos en la Casa Blanca a quien, además, manipula los mensajes para traficar con las vidas y el futuro de millones de personas. Tenemos un problema, sí. Porque, ¿qué viene después?

Todavía hay tiempo, con seguridad. Los desatinos de Trump y su equipo empiezan a tener respuesta en su país, de momento tenue. En Alemania han subido los neofascistas, pero no más de lo que anunciaban las encuestas antes de la llegada de los trumpistas a la Casa Blanca –el intenso apoyo no les ha dado ni un voto más– y como reacción antifascista ha subido Die Linke. La Izquierda, remozada y más convencida de su mensaje. También se estima como rechazo a la apuesta política de Elon Musk en la caída de ventas de sus coches Tesla: menos de 10.000 unidades en Europa, el 45% del mes anterior. Y este martes ha sufrido una fuerte caída en Bolsa. Al cierre perdía en el Nasdaq neoyorquino casi un 8,5%. Lo que peor veo es lo de España. A pesar de que, como tener, tenemos un gobierno progresista, pero hay tanta basura interfiriendo que no se da abasto. Pero aquí estamos unos cuantos, ¿o no?