José Ramón Ubieto, psicólogo experto en adolescentes: «Si no educas a tu hijo, lo hará Mark Zuckerberg»

El psicólogo especializado en infancia y jóvenes publica ‘Adolescencias del siglo XXI’, donde aborda la creciente ansiedad de una generación a la que considera que se le ha arrebatado el tiempo

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José Ramón Ubieto (Sabiñánigo, 1958) ha dedicado toda una trayectoria profesional a comprender y acompañar a niños y, sobre todo, adolescentes en dificultades. Tras cuatro décadas de profesión, este psicólogo, además profesor y articulista, publica Adolescencias del siglo XXI (Editorial UOC), donde se adentra en las turbulencias de esta particular etapa de la vida. Y distingue entre los retos a los que siempre se han enfrentado de los que proceden de la sociedad digital acelerada en la que han crecido. 

¿Qué tienen los adolescentes del siglo XXI para ser etiquetados como tal? ¿Qué les diferencia de otras generaciones mayores?  

Los adolescentes viven cuestiones que son atemporales, que les han pasado a ellos, a sus padres y a sus abuelos, y que tienen que ver con tres cosas. La identidad, porque la infantil ya no te sirve y debes construirte una nueva. Luego tienes un cuerpo nuevo y sexual, que antes no te preocupaba. Y la tercera es cómo te relacionas con tus iguales, cómo formas parte de la comunidad sin ser el friqui: la pertenencia. Esto no ha cambiado. Lo que cambia son las condiciones para dar respuesta a esas preocupaciones. 

¿Cuáles diría que son los cambios más importantes? 

Una de ellas es la virtualidad. Sin ella, las respuestas estaban en tu pandilla y en tus adultos de proximidad: padres, profesores y monitores. Ellos te permitían responder a quién eras y qué deseabas. Otra novedad es el funcionamiento que yo llamo hiper, un tiempo acelerado en el que todo el mundo debe tener el máximo rendimiento en todo lo que hace, desde subir a una montaña hasta tener relaciones sexuales. Esto se lo trasladamos a los niños, que tienen que tener smartphones, hacer ceremonias de graduación desde que acaban la guardería… Cosas que son de adultos, que no les tocan.

Usted destaca el exceso de actividades y experiencias en la infancia como un factor que afecta el desarrollo de los adolescentes. 

Es la intrusión de los adultos en la vida de los niños para borrar la infancia. Decirles que se van a maquillar como lo haces tú, que tienes 40 años, es acelerar su tiempo subjetivo y equipararlo al del adulto. El otro día, un paciente de 14 años me decía que se iba a pasar el fin de semana con su novia a y con los suegros. ¿Suegros? ¿Con 14 años? ¡Serán los padres de tu novia! Es la idea de comprimir la infancia como si fuese algo que hay que pasar deprisa, cuando Freud decía lo contrario, que hay que quedarse en ella todo el tiempo que uno necesite. 

Para los niños, el futuro debería ser la merienda de la tarde, pero se lo introducimos como una hipoteca y la transforman en hiperexigencia hacia ellos mismos

¿Falta cultivar la paciencia? ¿El aburrimiento? 

Es una hiperexigencia que nosotros les trasladamos y que ellos asumen. La idea de precipitar. He visto niños con una agenda que no la tenemos ni tú ni yo solo con actividades extraescolares. Un niño de ocho años me preguntaba el otro día si pienso en el futuro. Y me decía que él, cada día. Porque sus padres le dicen que estudiar inglés y francés es bueno para el futuro, el deporte es bueno para el futuro… Para los niños, el futuro debería ser la merienda de la tarde, pero se lo introducimos como una hipoteca y la transforman en hiperexigencia hacia ellos mismos. Pasa algo parecido cuando a los ocho años alguien ve porno. Con 15 años sabes qué hacer con ello, desde masturbarte a reírte con los amigos, ¿pero con ocho? No saben qué hacer, están desamparados. 

Además de la aceleración de la infancia, mencionaba antes la virtualidad como factor diferencial para la adolescencia actual. 

Todo lo hacemos hoy es en una realidad figital, mezcla de digital y física, híbrida. No hay dos carreteras paralelas. Solo vivimos una vida, y es híbrida. Por lo tanto, no podemos prohibirles el mundo en el que viven. El problema es que en esa realidad hay miles de interlocutores, entre ellos influencers. Y la inteligencia artificial todavía lo agravará más. Después hay otro fenómeno que ha cambiado, que es el de la comprensividad social de las identidades sexuales. Afortunadamente, ahora el elemento binario ya no es la única forma de definir tu identidad, y esto es positivo, pero tiene aspectos que pueden provocar confusión y vacilación. 

La hiperexigencia que mencionaba antes se ve clara también con las redes sociales y la continua exposición de la propia imagen. ¿Esto aumenta la angustia?

La necesidad de uno compararse y recibir validación del otro ha existido siempre. La pandilla es exactamente eso: la ropa, la música, el consumo… Pero la digitalización exacerba todo eso al máximo. Y la inmediatez reduce la resonancia. Con el método tradicional, una chica se podía comparar con una amiga y ver que la otra está más guapa, otro día quizás menos, y poco a poco va construyendo su imagen con cierto tiempo. Pero en Instagram o TikTok ve 100.000 chicas más guapas que ella, porque están maquilladas y tuneadas. Y el ritmo para metabolizarlo y digerirlo es más corto. El tiempo para comprender ha desaparecido y esto obliga a los adolescentes responder rápidamente con cambios. 

La necesidad de uno compararse y recibir validación del otro ha existido siempre, pero la digitalización exacerba todo eso al máximo

Por otro lado, una ventaja de las redes e internet es que permitían a los jóvenes que se sentían aislados encontrar referentes, desde un amante de los videojuegos a un joven trans. ¿Cree que esto se ha perdido?

Cada uno hace un uso propio. Los hay tóxicos, problemáticos, los que lo usan para insultar o acosar, y luego quien los usa para cosas interesantes y creativas. Para algunos, es una ocasión de mantener un hilo conector con el mundo. Hay gente trans que no puede decirlo claramente en casa, pero en internet encuentra una comunidad. Esto se vio durante la pandemia, que favoreció a quienes sufrían acoso en el colegio, porque encontraban a gente que no se metía con ellos y no querían volver a clase.


José Ramón Ubieto publica ‘Adolescencias del siglo XXI’

En pleno debate sobre la regulación de los móviles, no solo en las aulas, sino también fuera de ellas, ¿usted qué opina? 

Lo importante es entender que debemos desconectar. Es decir, reducir las horas que dedicamos a las pantallas. Pero todos, no solo los niños y los adolescentes. Por eso la Asociación Española de Pediatría tiene una propuesta interesante que se llama Plan Digital Familiar. No puedes decirle a tu hijo que deje el móvil mientras tú lo usas para ver el Barça. Y reducir significa también prohibir en algunas situaciones. No debemos temer la palabra ‘prohibir’ para los móviles si es para poner límite a situaciones muy negativas. Por ejemplo, a la hora de ir a dormir (porque los adolescentes han perdido tiempo de sueño), durante las comidas (porque impide conversaciones) o durante los deberes (porque es una distracción impresionante). 

No debemos temer la palabra prohibir para los móviles. Por ejemplo, a la hora de ir a dormir, durante las comidas o durante los deberes

Prohibir es parte de la educación, pero no te puedes quedar solo en eso. También debes alfabetizar, porque si no lo haces tú, lo hará Mark Zuckerberg. Y ofrecer alternativas presenciales: hobbies, encuentros, excursiones… Las familias deben comprometerse con la presencialidad. 

Usted se opone al término de nativos digitales y habla de huérfanos digitales. 

Es que es una falacia, un mito. Nadie nace con un iPad bajo el brazo. Se lo damos los adultos.

En los últimos años, el diagnóstico de trastornos de salud mental y el consumo de psicofármacos se ha disparado entre los niños y adolescentes. ¿A qué lo atribuye? 

Hay varios factores. Lo que ha aumentado mucho es la ansiedad entre los adolescentes. En relación con los estudios, con las relaciones sociales, el sexo, con estar en la vida en general. Una de las causas es el sentimiento de exigencia de lo hiper, de que todo deben hacerlo bien, superior al de otras generaciones, exacerbado de nuevo por las redes sociales. La comparativa es un factor importante de ansiedad. Otros elementos pueden ser la crisis de modelos como el educativo o el familiar, con el desplazamiento de figuras de autoridad. Antes uno se orientaba por lo que decían familias y maestros; ahora puede hacerlo en TikTok. 

También hay que tener en cuenta que la falta de tiempo para asumir cambios contribuye a que los sentimientos de malestar se vivan como una patología. No tenemos paciencia para soportar los malestares y los traducimos en patologías. El tiempo en la vida es necesario para muchas cosas. Y si lo suprimes pensando que irás más rápido, acabas siendo más vulnerable. Por último, parte del aumento de los diagnósticos de salud mental se debe a una mayor visibilización. Yo hubiera sido un TDAH, pero en mi pueblo no había psiquiatra. 

No tenemos paciencia para soportar los malestares y los traducimos en patologías

¿Qué piensa cuando escucha expresiones como generación de cristal

Que son recursos mediáticos para nombrar cosas que no entendemos. Uno de los problemas que tenemos es que hay muchas respuestas y pocas preguntas. Una cuestión importante es la emancipación, que permite una forma de ver el futuro con distancia y confianza. Irte de casa hoy y hacer tu vida es difícil. Tenemos jóvenes con buena formación, buena vida material, pero un futuro negro. No tienen perspectivas de alquilar, de tener un empleo duradero… No son frágiles genéticamente, es que la vivienda, el trabajo y el futuro incierto les retornan como fragilidad. 

En el libro aborda también las consecuencias del porno entre los adolescentes. ¿Cree que ha dañado su forma de aproximarse al sexo?

El porno es una mentira. Y como mentira, es peligrosa. Lo que te dice el porno es: no te preocupes, yo te explico cómo funciona la sexualidad, que siempre ha sido un enigma. Los adolescentes no saben cómo deben ligar, cómo tener relaciones sexuales, qué significa tener novia, cómo deben permitirle al otro… Son las preguntas clásicas. Y el porno te dice que tiene el libro blanco. Pero al ser una visión falsificada, es un peligro. En PornHub no hay preliminares, ni protección, ni palabras, y las mujeres lo aceptan todo y son esclavas sexuales.

Una vez un chico estaba enfadado porque me dijo que lo había hecho por primera ve, pero que había sido un desastre porque la chica le había pegado un puñetazo. ¿Qué había hecho él? La había asfixiado, porque lo vio en el porno. Claro que los niños y niñas educados y con pensamiento crítico saben que esto no funciona así, pero los hay que no. Y chicas que acceden a cosas que no quieren porque creen que toca. 

El porno es una mentira. Y como mentira, es peligrosa. Lo que te dice el porno es: no te preocupes, yo te explico cómo funciona la sexualidad, que siempre ha sido un enigma

Aun así, una educadora nos contaba que los adolescentes hoy tienen más y también mejor conocimiento del sexo. Por ejemplo, del placer femenino. 

Sí, yo tampoco tengo una visión dramática del porno en un sentido moralista. Pero sí de sus insuficiencias. Yo constato que tengo pacientes adictos al porno, por ejemplo. Y constato también la insuficiencia del acceso a la sexualidad a través del porno, porque los jóvenes también quieren compañía, ternura, y el porno eso no lo ofrece. 

Al final del libro, aconseja mucho a las familias trabajar la conversación. ¿Por qué es tan importante?

La conversación es algo preocupante para todos, porque el lenguaje nos compromete. Pero es una forma de tratar las dificultades. En grupos de conversación con adolescentes, sobre redes sociales o acoso, vemos claramente que necesitan hablar de lo que les pasa. Y con cierta tranquilidad. Los adolescentes necesitan un relato de sí mismos que no sea le que los adultos les asignan, y deben construirlo.