Es miércoles por la noche, casi madrugada, en el segundo piso de un descuidado edificio residencial en Belgrado. Lo que en su día fue la vivienda de una familia de clase media en la Yugoslavia comunista acoge hoy un pub de ambiente donde alternan la bohemia local y activistas contra el gobierno nacionalista de Aleksandar Vučić. Allí fuman, beben rakia, juegan al billar y discuten las novedades de uno de los momentos más calientes de la reciente historia política serbia: