El diente de la serpiente

Volodímir Zelenski vestía, hasta hace poco, de verde militar, de color caqui, y ahora va de negro. En cierto modo, elige su indumentaria; pero lo hace condicionado. En su situación actual, como presidente de un país irreversiblemente invadido, ya solo puede ir de negro

Como estamos en carnaval, cada cual se viste como quiere. Pero, precisamente, Volodímir Zelenski, el presidente de Ucrania, es una de las pocas personas que, ahora mismo, no tiene derecho a vestirse de la manera en que le dé la gana. Esto no lo comprendió Donald Trump, pues es un chulo, y lo que más caracteriza al chulo es su incapacidad para respetar a los demás. Aunque no nos hayamos dado cuenta, en España no hay chulos, hay chulapos. Ahí reside la diferencia entre Donald Trump, que es un chulo, e Isabel Díaz Ayuso, que es una chulapa. El término medio entre el chulo y el chulapo es el chuleta, por ejemplo, José María Aznar. Lo de Abascal, más que de chulo, es de Cthulhu (la criatura de Lovecraft).

Volodímir Zelenski vestía, hasta hace poco, de verde militar, de color caqui, y ahora va de negro. En cierto modo, elige su indumentaria; pero lo hace condicionado. En su situación actual, como presidente de un país irreversiblemente invadido, ya solo puede ir de negro. Se trata de un color que, en óptica, acapara toda la luz, y en el terreno de lo simbólico abarca todas las interpretaciones. Por ejemplo, en La montaña mágica, de Thomas Mann, hay un personaje que “viste de negro para indicar que el ámbito específico de sus estudios es la noche”, así lo define otro personaje más relevante en la novela, el humanista Settembrini.

Y también es la noche el ámbito específico de Volodímir Zelenski. La noche rubia de Putin, por un extremo, y la noche rubia de Trump, en el otro extremo. Los rubios son incriticables. Todo el que critica a Putin acaba envenenado, se demuestra en el libro de Marc Marginedas, Rusia contra el mundo (Península, 2025). Y, por otro lado, ni siquiera Jane Fonda, que le plantó cara a su país en la guerra del Vietnam, ha osado en la pasada celebración de los Oscars tener una mala palabra contra Donald Trump.

Porque resulta que el trumpismo es el napalm de la política. Vladímir Putin, al lado de Donald Trump, es un minorista, pues envenena al detall (al detalle, al por menor, perdón por el localismo léxico, pero en toda infracción hay un acto de libertad). Lo contemporáneo, en Putin, es que practica la atención personalizada en sus envenenamientos. Se esmera en aplicar la sustancia y las dosis idóneas para cada una de sus víctimas. A cada cual, según sus necesidades, aún le quedan trazas del KGB que le vio nacer.

Por su parte, Donald Trump procede del futuro. Creo que yo ya no lo voy a ver, pero los más jóvenes lo viviréis. Donald Trump es una criatura que ha llegado de la próxima era postapocalíptica. Así, como es él, será el mundo después de la catástrofe. Donald Trump es un especulador en un paisaje en ruinas. Donde la humanidad quiere construir los Derechos Humanos, Donald Trump piensa construir Marbella. Lo que no es gusano es ciempiés.

Durante sus últimos años de mandato (perdón, iba a poner de dictadura), Fidel Castro se cambió el uniforme de color caqui por un chándal. Son capitulaciones diferentes la de Castro y la de Zelenski. En el chándal de Castro, había una rendición ante la vida. En el uniforme negro de Zelenski, hay una rendición de Breda. Pero, a diferencia del Nassau, Zelenski se queda plantado, patidifuso, con la llave en la mano. No tiene, delante, nadie a quien tendérsela.

Europa la desea, porque el hobby de Europa es coleccionar llaveros de casas a las que no quiere ir. Las deja cerradas hasta que se hunden. Ningún presidente ha estado tan solo y se ha visto tan tirado en medio de una guerra como Zelenski. Quizá, también fue el caso de la España de la República durante la guerra civil. Y tal vez, al igual que en nuestra guerra, ahora al resto del mundo le importa un pito esa masacre, pues la comunidad internacional anda ya preparando su gran masacre particular. La comunidad internacional es el más egoísta de los individuos. Hasta para sacarse los ojos.

Las palabras de chulo de Donald Trump han constatado lo que nos hace sentir a los simples mortales el color negro de la vestimenta de Zelenski. Pero, más aún que hacernos constatar lo que sentimos, esas palabras de desprecio lo decretan. Zelenski ha sido expulsado del juego, ha sido desterrado de la comunidad internacional. El suyo es el negro del proscrito, como la capa negra del derviche giróvago de las canciones de Battiato. El negro es el color de los solitarios, por eso los viudos y las viudas van de negro.

¡Tun, tun! ¿Quién es la comunidad internacional? Abre la muralla a Xi Jinping. Abre la muralla a Donald Trump. Abre la muralla a Vladímir Putin. ¡Caramba, Nicolás Guillén! ¿Y quiénes son los otros? Cierra la muralla a los siglos de lucha por los derechos civiles, por la democracia, por la tolerancia, por emanciparse del poder de las religiones. La tendencia, hoy, es decir que la Ilustración está sobrevalorada. ¡Tun, tun! ¿Quién es? La motosierra de Javier Milei. Abre la muralla al brazo en alto de Elon Musk. Abre la muralla al saludo nazi de Steve Bannon. La historia siempre pasa dos veces, la primera a modo de accidente, y la siguiente en clave de comedia. ¡Tun, tun! ¿Quién es? Donald Trump, el rey de la comedia televisada, el diente de la serpiente.

“No eres de los nuestros”, esto es lo que sobreentiende siempre que alguien señala la vestimenta de otro. ¡Ah! Pues, ¡tun, tun! ¿Quiénes son los nuestros? ¿Los que quieren convencernos de que hay que incrementar los presupuestos militares en los países de Europa? ¡Armas, armas, armas!, así lo gritaba la gente, el pueblo, en las calles de Madrid, en julio del 36, durante los primeros días del levantamiento franquista. Pero hoy son los Gobiernos quienes lo corean. ¡Armas, armas, armas! No se equivoquen, no es lo mismo. ¡Ah! Pues, ¡tun, tun! ¿Entonces, dónde están los nuestros? Quizá en esa soledad, en esa indefensión, en ese sentimiento de haber sido expulsado del juego, que transmite la vestimenta negra de Zelenski.