El 8M de los ultras

Nos han colado una narración épico-narrativa de lo que somos las mujeres o deberíamos volver a ser. Y, lamentablemente, eso no se combate con una agenda puramente reactiva, eslóganes repetidos, frases manidas, insultos y descalificaciones

La extrema derecha lidera una revolución conformista que sabe vehicular la rabia y el resentimiento de quienes se consideran perdedore y también el miedo de quienes tienen algo que perder. Pero su mayor éxito no reside en movilizar esas emociones negativas sino en recuperar un cierto imaginario de lo común, restaurar un mundo perdido, un orden natural hoy subvertido y adulterado; volver a aquel refugio perdido que fue la fuente de nuestra felicidad. Y ese refugio es, sobre todo, el que representa la célula indisoluble de la familia patriarcal. Las derechas han entendido bien que hoy triunfa la filosofía de la intemperie y que la madre convencional puede volver a ser el amortiguador de los cambios y el sistema de control. La maternidad entendida como una institución desde la que asegurar el uso represivo de nuestros enclaves seguros. 

En cualquiera de sus versiones, la apelación de las derechas a las políticas familistas y natalistas se conecta, estructuralmente, con presupuestos tradicionalistas, punitivistas, excluyentes, racistas, nacionalistas y elitistas. O sea, la madre, con mayúsculas, es el eje alrededor del cual gira la totalidad de su programa. 

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