¡Callaos un poquito, chicos!

Hace siete años que os dejamos boquiabiertos, os pillamos por sorpresa, os demostramos de qué pasta estamos hechas. A todos os dio vértigo

Y si las mujeres tuvieran poder, ¿qué serían los hombres sino mujeres que no pueden dar a luz?

Ursula K. Le Guin

¡Callad, callad un poquito! Habéis liado una cacofonía interesada. No es vuestro papel liderarnos, no os sintáis obligados como siempre a marcarnos el camino. Sois vosotros y no el feminismo el problema. Callad un rato. Somos suficientes y tenemos la suficiente fuerza para luchar por nosotras mismas. ¡Es tremendo! En apenas unos años, a codazos y con buenas palabras y mejores intenciones, nos habéis empujado al margen y os habéis arrogado el derecho a decirnos cómo y por qué hemos de luchar. Es lo que ha tenido toda la vida el patriarcado, te descuidas y te arrumba. Ahora no lo hace a empellones, lo hace a golpes de comprensión. Todo es mejor en vosotros, hasta el feminismo. Ya os vale tíos, parad, callad y haceos a un lado.

Hace siete años que os dejamos boquiabiertos, os pillamos por sorpresa, os demostramos de qué pasta estamos hechas. A todos os dio vértigo. Así que unos se decantaron por hacernos la contra, por ridiculizarnos y estigmatizarnos y a otros, más listos y sibilinos, les pareció que era muy buena idea capitalizar toda esa fuerza electoral y fagocitarla para los fines propios. El feminismo nunca se había roto ni había tenido dudas ni había sido difuso hasta que metisteis mano vosotros. Es así. En siete años habéis convertido un movimiento global, internacional, inclusivo, femenino, omnicomprensivo en un bebedero de patos. Suele pasar siempre que metéis el hocico en nuestras cosas, porque por mucho que os empeñéis, el opresor, el beneficiado por el sistema, nunca será el mejor defensor del oprimido, del perjudicado por el estado de cosas.

Callad un poquito, que ya casi solo se os oye a vosotros. Hombres marcando el sentido del emblemático día de la lucha de la mujer. Hombres más feministas que nosotras mismas. Hombres que nos quieren convencer de que nuestras abuelas tuvieron la posibilidad siquiera de pelear lo que nosotras peleamos, hombres que crean espacios seguros para comportarse como depredadores, aliados que compran a las mujeres para pasearlas como atributo del cargo, hombres que nos dan teóricas, hombres que nos dicen por qué nuestro feminismo es erróneo, hombres que editorializan, hombres que tuitean, hombres que inventan marketing político a nuestra costa, hombres que hacen el paripé, hombres que se enfrentan a nuestra realidad, hombres que se sienten mal porque lo que estaba mal está cambiando, hombres que se apropian de las características biológicas que forman parte de nuestro dolor. Hombres, idos a esparragar. Hombres, parad de hacer lo que lleváis haciendo desde el inicio de la humanidad. Hombres, os queremos, pero asumid que sólo tenéis que echaros al lado y asumir que los seres humanos nacemos libres e iguales. Nosotras decidiremos cuándo somos iguales de verdad.

Habéis conseguido que la lucha de las mujeres parezca una jaula de grillos. Sois una quintacolumna, muy amistosa, muy solidaria, no por eso menos molesta. Hace siete años fuimos nosotras las que nos impelimos a dar un gran grito. No nos orquestó ningún hombre amable, ninguna organización gobernada por tíos, ningún teórico masculino de cómo tomar las calles. Simplemente, reventamos y reventamos solas. Aquel ambiente de ruptura, de hartazgo, en el que nos sumamos mujeres de todas las edades, comulgando en gritos unitarios y certeros se ha convertido en una jauría de voces enfrentadas en cuanto habéis metido las manos vosotros. ¡Los famosos aliados feministas! A veces aliarse en apariencia es una forma quintacolumnista de sabotaje. Y, la verdad, no os necesitamos. Vamos a tomar nuestro papel en el mundo como lo hemos tomado siempre: porque tenemos razón, porque somos más de la mitad de la sociedad y porque sabemos cómo pelearlo.

En serio, chicos, callad un rato. Estoy hasta los ovarios de vuestra superioridad de siempre. Harta de que me expliquéis qué soy y cómo debo serlo. Estupefacta de que repartáis carnés de mujer y de feminista buena y mala. Indignada de que seáis vosotros los que me digáis qué banderas tengo que coger para ser de las buenas, con qué tengo que rellenar el feminismo para que sea digno de vuestra aprobación y aplauso. No hay muchos feminismos, chicos, hay un feminismo que es la lucha por la igualdad y la dignidad de todas las mujeres. Si lo queréis desgajar es para colar de rondón cosas que no son feminismo. No digo que sean malas cosas, digo que son ajenas al feminismo. La bandera identitaria, la antirracista, la anticapitalista, la que quiera que queráis colar como inseparable del feminismo son cuestiones que se pueden asumir o no y seguir siendo feminista.

No quiero que os vengáis todos a luchar por el feminismo a vuestra manera y con vuestros intereses. Me basta con que no estorbéis y con que asumáis que esto es irreversible. Prefiero que estemos todas juntas. Todas las que sabemos en qué consiste ser mujer y cómo ese ser mujer, biológico no lo dudéis, ha afectado desde nuestra más tierna infancia a la forma en la que nos han obligado a estar en el mundo. Sólo una mujer que lo ha vivido paso a paso, año a año, y que lo seguirá viviendo hasta que muera, me sirve de compañera en esta lucha. Vuestras teorías, vuestras dogmáticas, vuestras exclusiones, vuestras luchas de poder, vuestros cambios de siglas, vuestros espacios poco seguros, vuestras consignas vacías… Todo eso es ajeno a la lucha feminista. Quedáoslo, no lo queremos, no nos sirve, no es ese el feminismo que queremos construir.

Chicos, celebrad el 8 de marzo y el resto del año asumiendo que no es vuestro papel llenar el espacio feminista. Callad un rato. Estaos quietos. Sabemos solas.

A vosotras, compañeras, ánimo en el camino. Esta es una lucha de vidas. No nos dejemos usurpar también este terreno.