Aprovechar la incertidumbre

No se trata de negar la gravedad del escenario en el que estamos inmersos, pero no dejemos de rememorar y de revivir los muchos avances que se han conseguido, imaginando así futuros alternativos desde ese presente que espanta

Predominan las perspectivas oscuras y negativas sobre el futuro. Autores como Mark Fisher lo han expresado con concisión en esa idea de “la lenta cancelación del futuro”. Una parte significativa de los jóvenes, que han sido históricamente agentes de transformación, se muestran hoy muy recelosos sobre lo que les puede deparar el devenir, sumergidos como están en un “presente perpetuo” en el que resulta difícil imaginar alternativas viables. La cascada de datos y evidencias que presagian lo peor parece que paraliza más que anima a cambiar el rumbo de las cosas. Contrasta esa sombría sensación con la postura tecno-optimista y narcisista de quiénes prometen habitar Marte o se ven convirtiendo en eterna su supervivencia y jerarquía a caballo de sus ilimitados recursos y su cercanía a la oleada reaccionaria a la que han ayudado a situarse en el despacho oval.

El sistema parece capaz de fagocitar todo lo que se le presente, también lo que surge como alternativa. La propia fragilidad y precariedad que alimentan los procesos de malestar mental se convierte en mecanismo de explotación comercial en forma de ofertas de bienestar emocional y de recetas de autoayuda. La crisis del ascensor social se convierte en refuerzo de las dinámicas hiperindividualistas llenas de emprendiduría y personalización de trayectorias. Surgen experiencias alternativas aquí y allá, pero con grades dificultades de agregación y de sistematización. Todo parece frágil y manipulable y conduce fácilmente al cinismo. 

En su libro “Esperanza en la oscuridad”, Rebecca Solnit incorpora una frase de Virginia Wolf del primer volumen de sus Diarios: “El futuro es oscuro, lo cual es, en general, lo mejor que el futuro puede ser, creo yo.” Una frase escrita en enero de 1915, pocos meses después del inicio de la Primera Guerra Mundial, en un momento, por tanto, de gran incertidumbre y temor sobre las consecuencias de esa gran conflagración global. La interpretación que hace Solnit de esa frase ofrece una perspectiva significativa. Ya que, en lugar de ver la oscuridad como una metáfora de desesperanza, la interpreta como una celebración de la posibilidad de cambio y transformación que toda situación de incertidumbre incorpora. Desde esta perspectiva, la “oscuridad”, la falta de claridad sobre lo que el futuro nos puede deparar, no implica necesariamente algo negativo. Indica simplemente que no podemos saber lo que vendrá. Y ahí radica la posibilidad de que ese futuro sea mucho mejor de lo que tememos, pero eso implica que deberemos actuar para que los hechos no se acumulen sin más. Actuar desde la esperanza de revertir la deriva sombría y catastrófica, sin caer en un optimismo ilusorio.

¿Podemos imaginar proyectos que recuperen la posibilidad del cambio? ¿Perspectivas que relacionen esperanza con acción? Tanto Solnit desde su perspectiva como Bruno Latour desde la suya, ofrecen alternativas de acción. Este último, imaginando una articulación mayor entre política y naturaleza, entre lo humano y lo no humano, evitando esa separación utilitarista que nos ha situado al borde del abismo. Solnit, desde la convicción de que hay mucha más acción y reacción de la que percibimos frente a lo que parece inevitable. La incertidumbre, en ese sentido y en el que le daba Wolf, puede ser una aliada que, desde los márgenes, desde la acción pública-comunitaria, desde la política de lo cotidiano, desde la solidaridad y la cooperación, ofrezcan un entramado de posibilidades.

Desde esta mirada, podemos contraponernos a la inevitabilidad del apocalipsis, renegociando nuestro contrato con la Tierra. Convirtiendo la incertidumbre en combustible para la acción. No se trata de negar la gravedad del escenario en el que estamos inmersos, pero no dejemos de rememorar y de revivir los muchos avances que se han conseguido, imaginando así futuros alternativos desde ese presente que espanta. Frente a la lenta cancelación del futuro, la respuesta no puede ser la resignación, sino la creación insistente de posibilidades. Aunque estas sean tan frágiles y tentativas como la esperanza misma.