Hay sentencias que duelen

La sentencia del juzgado de Málaga que legitima espectáculos como el torero bombero o similares es una falta de respeto que vivo en carne propia, porque soy una persona con enanismo que sabe que esta discapacidad sigue provocando esa risa ajena que te deshumaniza

La Justicia valida un espectáculo de ‘bombero torero’ en Andalucía a pesar de que el Gobierno los había prohibido

Las democracias se construyen desde la ciudadanía, siempre y cuando ésta sea libre e igualitaria. Las democracias se articulan a través de los derechos, porque son la llave para que los grupos que la historia ubicó en las periferias ocupen el espacio público, para que sean respetados y respetables.

El respeto implica una enorme profundidad democrática porque su base es la igualdad y esto debería traducirse en que medir 140 centímetros se asuma como una característica de la diversidad humana y no un motivo para la burla o la humillación.

Pero, lamentablemente, esto pasa y esto me pasa. Lo vivo en carne propia, porque soy una persona con enanismo que sabe que esta discapacidad sigue provocando esa risa ajena que te deshumaniza. Y eso es una falta de consideración a la diferencia, en cualquiera de sus expresiones humanas.

Creo que esta reflexión es muy oportuna en estos días, tras leer la sentencia 39/2025 del juzgado de Málaga que legitima un espectáculo vergonzante como es el torero bombero o similares. En mi opinión, este fallo judicial hace una interpretación singular de la Disposición Adicional decimotercera de la Ley General de la Discapacidad, que prohíbe expresamente este tipo de espectáculos, con el argumento de que no existe ningún dato objetivo que permita afirmar que la participación de personas con acondroplasia en el espectáculo taurino suponga una mofa de ellas o de su discapacidad. 

Esta prohibición viene a dar respuesta a años de dolor, de sufrimiento de personas con enanismo y de nuestras familias, que venimos exigiendo a los poderes públicos determinación para abolir esta barbarie. Yo mismo, cuando era un chaval y estos circos de horror venían cerca de mi pueblo, me escondía aterrorizado para evitar que alguien se riera de mí. Honestamente, no quiero que ningún niño o niña sienta vergüenza de su cuerpo. Esas risas afianzan esa idea en el imaginario social de que personas como yo somos una suerte de bufones. Estos eventos acuden niños y que las burlas se aprenden y se expanden como el más contagioso de los virus. Esas mofas provocan dolor, dolor documentado que está por la ciencia, que está expresado en las Cortes Generales y recogido en el diario de sesiones. Y que este dolor es una vulneración de derechos, por eso Naciones Unidas le exigía en 2019 a España su abolición.

Al igual que los derechos feministas han sido cuestionados por el patriarcado, los derechos de las personas con discapacidad se cercenan desde el capacitismo. Es esa estructura mental que entiende la capacidad como la funcionalidad máxima que alcanza una persona a quien consideramos el paradigma de la normalidad humana. Y, además, se considera un factor determinante de su valor y se aboca, a quienes no cumplen ese patrón de la normalidad imperante, a ser discutidos y finalmente depreciados, generando prejuicios. 

En el Ministerio de Derechos Sociales tenemos claro que el odio y la humillación al diferente no tienen cabida en España. Por eso tipificaremos como infracción muy grave este tipo de eventos denigrantes en la reforma en curso de Ley de discapacidad. Y por eso seguiremos dando oportunidades de trabajo digno, a través del programa Pisadas de Dignidad, desarrollado junto a la Fundación ONCE, que ayudará a muchas personas con enanismo a salir de la marginalidad social. Para que puedan elegir de verdad dónde y cómo quieren trabajar. Porque desde la exclusión, desde la pobreza, no se elige.

Los derechos tienen límites y garantizar derecho al trabajo no puede llevar, como pasa en este caso, a cosificar a un colectivo ya estigmatizado. Debemos saber que muchas de esas personas que participan en estos ruedos propios del medievo vinieron desde otros países a España en busca de una oportunidad de vida, y esa oportunidad fue ponerles en una plaza a reírse de sus cuerpos no normativos. En estas prácticas me cuesta reconocer a mi país.

A pesar del bofetón y la tristeza que me ha provocado este auto, la esperanza siempre vence al desánimo, en este sentido, vamos a seguir blindando la integridad y el respeto a las personas con discapacidad en las leyes, porque además ahora tenemos un renovado mandato constitucional que vamos a desplegar en toda su amplitud para que se nos comprenda y se nos respete en marco de los derechos humanos.