Quién es Rodrigo Duterte, el arquitecto populista de la sangrienta “guerra contra las drogas” en Filipinas

El exalcalde que llegó a la presidencia alardeó de un pasado violento y se recreó en ataques contra las mujeres y la prensa

La Policía detiene a Duterte por orden de la Corte Penal Internacional acusado de crímenes contra la humanidad

Rodrigo Duterte, expresidente de Filipinas, era conocido por su arrogancia. Con una actitud desafiante, se vanagloriaba de haber recorrido las calles en moto en busca de presuntos delincuentes a los que matar o de haber apuñalado a alguien hasta la muerte cuando tenía 16 años. En 2016, llegó a bromear sobre haber perdido la oportunidad de violar a una misionera australiana antes de que fuera asesinada en prisión en 1989.

Meses después de asumir la presidencia de Filipinas en 2016, hizo una comparación errónea y estremecedora entre el Holocausto y su brutal “guerra contra las drogas”: “Hitler masacró a tres millones de judíos”, afirmó equivocadamente (los nazis asesinaron a seis millones). “Ahora hay tres millones de drogadictos. Yo estaría feliz de masacrarlos”.

Duterte, un populista aficionado a la hipérbole, la misoginia y los ataques contra la prensa, fue arrestado este martes por su presunto papel en la sangrienta “guerra contra las drogas”, que dejó miles de muertos en Filipinas.

Según el Gobierno, la Interpol ejecutó la orden de arresto del Tribunal Penal Internacional (TPI) a su llegada al principal aeropuerto de Manila. El TPI había anunciado una investigación por crímenes de lesa humanidad relacionados con su papel en la guerra contra las drogas.

Los escuadrones de la muerte de Davao

Antiguo fiscal y durante años alcalde de Davao, una ciudad de la isla de Mindanao, Duterte alcanzó la presidencia en 2016 con promesas altisonantes de erradicar la droga y la delincuencia. Llegó a prometer que su represión acabaría con 100.000 personas asesinadas y que los cuerpos de los drogadictos serían arrojados al mar de Manila.

Durante su mandato (2016-2022), se calcula que entre 12.000 y 30.000 civiles murieron en operaciones antidroga, según datos citados por el TPI. La mayoría eran hombres de barrios pobres, abatidos en la calle por la policía o por sicarios no identificados.

Apodado “El Castigador”, Duterte nació en la ciudad de Maasin. De niño, fue expulsado del colegio y, con 15 años, ya llevaba un arma.

“Le echaron de varios colegios e incluso disparó a un compañero de clase, pero nunca le castigaron por nada. Siempre salía impune”, declaró al Guardian el senador filipino Antonio Trillanes, uno de sus críticos más acérrimos. “Creo que eso contribuyó a su mentalidad de impunidad: nunca sufrió consecuencias. Mató gente y no pasó nada”.

Duterte estudió Derecho y se convirtió en fiscal, hasta ascender a vicealcalde y luego a alcalde de Davao, cargos que ocupó durante unos 20 años en total.

“Creo que la única crisis real que tuvo en su juventud fue cuando murió su padre y el poder y la riqueza de su familia se disiparon. No soportaba ser un tipo normal”, afirma Trillanes. “Desde entonces, este hombre, que disfrutaba del poder y el dinero, no quiso volver a vivir sin ellos. Así que nunca los soltó”.

Fue en Davao, en la década de 1980, donde Duterte ensayó por primera vez su lucha contra las drogas y el crimen, dejando cadáveres en las calles con frecuencia. Human Rights Watch lleva años documentando las actividades de los “escuadrones de la muerte de Davao” bajo su mandato, denunciando más de 1.000 asesinatos, incluidos los de presuntos consumidores y traficantes de drogas, niños de la calle y periodistas críticos con su gobierno.

Incluso el propio Duterte pareció admitirlo públicamente. “¿Soy yo el escuadrón de la muerte? Sí, es cierto”, declaró a una televisión local en mayo de 2015.

Durante su presidencia, comentarios como ese desataron el caos entre sus asesores, que insistían en que no debían tomarse literalmente o que eran meras bromas.

Duterte negó haber ordenado el asesinato de sospechosos de tráfico de drogas y aseguró que la policía solo debía matar en defensa propia. Pero la realidad en las calles fue aterradora. Las imágenes de las ejecuciones recorrieron la prensa local e internacional: personas asesinadas en plena calle en mitad de la noche, con la cabeza envuelta en cinta adhesiva y carteles a su lado que los acusaban de ser traficantes, consumidores o delincuentes.

A pesar de la fuerte condena internacional, Duterte permaneció impasible.

Duterte, que a veces aparece con un bastón, ha mostrado signos de fragilidad con los años. Pero este martes, cuando se ejecutó la orden de arresto de la Interpol, conservaba su actitud desafiante. “¿Cuál es la ley y cuál es el crimen que he cometido?”, preguntó.