Deltas y marismas, bosques y alta montaña, islas y mesetas… La variedad y cantidad de las Reservas españolas forman un patrimonio único donde conviven la naturaleza pura y la cultura sostenible
Cuando se pregunta a los viajeros qué valoran más de España como destino, suelen coincidir: su extraordinaria diversidad de paisajes, climas y culturas. Es un pequeño continente en sí mismo, cualidad casi única en un país de su tamaño.
Que despliegue 55 Reservas de la Biosfera por el 15% de su territorio, con el puesto número uno de la lista mundial, confirma esa riqueza. Hablamos de una categoría de ecosistemas terrestres y marinos definida por la Unesco ya en la década de los setenta del siglo pasado. Desde entonces, su objetivo prioritario ha evolucionado desde la protección medioambiental al desarrollo sostenible, es decir, a la convivencia armoniosa entre biodiversidad y poblaciones humanas, lo natural y lo cultural.
Sus Reservas no solo se extienden por 16 de sus 17 comunidades autónomas. Además, abarcan buena parte de los ecosistemas atlánticos, cantábricos, mediterráneos y de interior: fluviales e isleños, de serranías y alta montaña, de deltas y humedales, en mesetas, bosques y entornos desérticos. Para disfrutar de una experiencia sostenible completa a lo largo de este viaje, una buena opción es alojarse en alguno de los Paradores ubicados junto a estos espacios naturales. El mejor remate a una escapada perfecta. De hecho, la red de alojamientos ofrece en estos lugares experiencias ligadas a la conservación y protección de sus entornos naturales. Visitemos algunos de ellos.
Picos de Europa
Bienvenidos a la mayor formación caliza de la Europa Atlántica. Macizos épicos, alta montaña, lagos glaciares y más de 200 cotas que superan los 2.000 metros. Su naturaleza, tan contrastada entre la costa y la meseta, forma un reino propio de corzos, buitres, águilas reales, urogallos, lobos y algún oso. Robledales y hayedos en las alturas expuestas; encinas, laureles y madroños en los abrigos. Ríos bravos como el Sella o el Cares, con su famosa senda, se precipitan por desfiladeros. El esfuerzo vale la pena. Esa personalidad se traslada a la cultura montañesa y la arquitectura de pueblos de cuento —Caín, Posada de Valdeón, Bulnes, Sotres, Potes…). Y a una gastronomía particularmente rica por sus materias primas (fabada y pote, cocido montañés, el paraíso de los quesos, etc—).
El Parador de Fuente Dé, embajador de esa excelente cocina, tenía que constituirse en un refugio de montaña, junto al teleférico, para enlazar con rutas alpinas y actividades de piragüismo, barranquismo o rafting. Su iniciativa de actividades en el entorno: Naturaleza para los Sentidos se abre al Valle del Pesaguero, al Camino Lebaniego, al Hayedo de las Ilces o al nacimiento del río Deva. Incluso es posible aprender marcha nórdica.
El Parador de Fuente Dé conecta diferentes rutas y actividades en los Picos de Europa
Parque Natural del Delta del Ebro
Integrado en la Reserva de la Biosfera Tierras del Ebro, despliega el mayor humedal de Cataluña y un paisaje con personalidad propia, con una de las pocas zonas de costa naturales que quedan en Europa. Conviven lagos donde ver nenúfares, dunas y playas arenosas junto a huertas, frutales y arrozales cambiantes con las estaciones —terrosos, inundados o verdes—. El paisanaje se concentra en poblaciones como Amposta, Poblenou del Delta y Deltebre, mientras que Balsa de Encanyissada es sede del centro de interpretación sobre las múltiples lagunas del entorno: Canal Viejo, el Garxal, la Alfacada, la Cerrada y tantas otras convertidas en observatorios de flamencos, calamones o patos colorados.
El Parador de Tortosa se encuentra entre el Parque Natural del Delta del Ebro y el de Massis del Ports
Tantos recursos naturales y agrícolas confluyen en una gastronomía plena de mariscos, pescados, hortalizas y arroces locales como el bomba, el marisma o el carnaoli. ¿Una base de operaciones? Por ejemplo, el Parador de Tortosa junto al castillo de la Zuda, muy cerca del otro parque natural de la Reserva: Massís dels Ports. Certificado como destino de turismo familiar, el Parador, que presume de unas vistas envidiables, cuenta con piscina de temporada, jardín, centro de convenciones y una destacada cocina mediterránea (arroces tot pelat, negro, caldoso de galeras…), además de servicio de cicloturismo para recorrer a pedal rutas por todo el entorno.
Parque Nacional de las Tablas de Daimiel
Ubicado en la Reserva de la Biosfera La Mancha Húmeda, es uno de los últimos ecosistemas de tablas fluviales formado por los desbordamientos del Guadiana y el Cigüela. El destino es perfecto para observar multitud de especies de aves en cualquier época del año. La lista es amplia: martinetes, garzas, grullas, aguiluchos… No son los únicos animales que nos podemos encontrar en esta zona que atrapa al viajero por su tranquilidad y belleza. Aquí también habitan zorros, nutrias, ranitas de San Antonio y lagartos ocelados, entre muchos otros. Para ver de cerca las lagunas, la mejor opción es pasear por las pasarelas de madera que transcurren junto al agua. Los mayores masegares del país, que varían con el nivel de la inundación, es uno de los muchos tesoros naturales que aguardan en este lugar rico en flora, en el que abundan los tayarales (su árbol más representativo) y las praderas de algas.
Parque Nacional de las Tablas de Daimiel, Ciudad Real
¿Dónde empaparse de su cultura? En Daimiel, entre las comarcas de La Mancha y el Campo de Calatrava, o en Villarrubia de los Ojos, con su Museo Etnográfico. Y también en el Parador de Almagro, ubicado en un antiguo convento del XVII (con hasta 14 patios interiores, nada menos), cerca del mítico Corral de Comedias. Incluye piscina de temporada, jardines y restaurante en el antiguo refectorio. Gastronomía tradicional manchega, a maridar con visitas organizadas a olivares, bodegas y fábricas de queso.
Uno de los 14 patios interiores del Parador de Almagro, próximo al Parque Nacional de las Tablas de Daimiel
Real Sitio de San Ildefonso-El Espinar
Este lugar ya era una Reserva mucho antes de que se inventasen: los reyes castellanos del medievo protegieron la riqueza natural de este ecosistema privilegiado por su pluviometría. Desciende desde cumbres, roquedos y pastizales de la Sierra de Guadarrama por robledales, encinares y pinares emblemáticos como el de Valsaín. El paisaje habla por sí mismo. Y alcanza la falda de la montaña que concentra la actividad ganadera y las poblaciones históricas que le dan nombre. En especial La Granja de San Ildefonso con sus jardines, fuentes y palacio de gusto borbónico, además de los edificios nobiliarios de El Espinar.
Su microclima favorece la condición de santuario para especies en peligro como la nutria, el águila imperial o la cigüeña negra, además de murciélagos y las mariposas Isabelina y Apolo. Cordeles de ganaderos trashumantes y sendas forestales permiten recorrer la intimidad de esta selva partiendo del Parador de La Granja. Sus huéspedes reviven el esplendor barroco de la Corte en la Casa de los Infantes, del siglo XVIII, que mandó construir Carlos III para sus hijos. También pueden relajarse en el spa y salón de tratamientos o degustar los judiones autóctonos en su restaurante. Senderismo, paseos en bicicleta o caminatas nórdicas completan su propuesta de actividades en plena naturaleza.
Casa de los Infantes, edificio en el que actualmente se encuentra el Parador de La Granja
Isla de La Palma
Con razón se le llama la isla Bonita si más de la mitad de su territorio queda protegido por la Reserva, incluidos los paisajes submarinos de fauna subtropical. Va mutando entre parajes lunares de viejas erupciones, tubos volcánicos, barrancos como el de Las Angustias, áridas costas, húmeda laurisilva en el Parque Natural de las Nieves, vergeles de tilos y laureles, las caprichosas formas del relieve y los roquedos. Un entorno al que se ha adaptado el ser humano con una arquitectura sostenible y terrazas que hacen productivas las laderas. Solo el Jardín Botánico del Parador de La Palma — de arquitectura tradicional— cuida 70 especies autóctonas.
Cascada de Tilos en la isla de La Palma
La isla, declarada como Destino Turístico Sostenible, alberga 20 espacios naturales protegidos, entre ellos el Parque Nacional de la Caldera del Taburiente. Las vistas desde lo alto son un espectáculo. Desde el Parador, pegado al mar y con vistas a Tenerife y La Gomera en los días claros, se pueden organizar excursiones a todos estos pequeños paraísos y a las poblaciones con mayor encanto. A Barlovento con sus piscinas de La Fajana, San Andrés y su charco Azul, Los Llanos de Aridane y tantas otras.
Balcón del Parador de La Palma, con vistas a la playa y a paisajes montañosos de la isla
Reserva de Doñana
Es el máximo exponente de humedal. Un mosaico de ecosistemas entre cotos, dunas, playas blancas, pinares piñoneros, alcornocales, sabinares, matorrales mediterráneos y el más evocador de todos ellos: las marismas. Hay que entenderlo como una naturaleza tres veces viva. Por la dinámica de su paisaje cambiante entre la depresión del Guadalquivir y su estuario. Por su biodiversidad y ser hogar para miles de aves europeas y africanas, además de especies señeras como el águila imperial y el lince. Y por la estrecha relación con los oficios ganaderos, agrícolas y pesqueros, y con rituales tan arraigados como la Romería del Rocío —declarada Fiesta de Interés Turístico Internacional—.
Playa con acceso privado desde el Parador de Mazagón
Dentro de su espacio protegido, el Parador de Mazagón se rodea de playas —una de ellas propia, con acceso privado—, junto a torres almenaras, dunas móviles, humedales y un amplio pinar. Su orientación a la desconexión y el relax se completa con una piscina de temporada, pista de tenis, gimnasio, sauna, jacuzzi, zona wellness y dos templos gastronómicos, además de actividades de ecoturismo sostenible para conectar con la naturaleza, la artesanía y la historia local o practicar yoga en sus jardines y playas. Fue el primer Parador con calificación Starlight y en ocasiones organiza talleres de astronomía y observación de estrellas.