Feijóo y el déjà vu de 2023

El presidente del PP llegó a la séptima planta de la calle Génova a lomos de la autonomía de los barones y, ahora, se come el sapo del acuerdo de Mazón con Vox, que vuelve a igualar al PP con las tesis de la ultraderecha. Al final, será el valenciano y no Ayuso, quien dé la puntilla a su liderazgo igual que limitó sus posibilidades de habitar La Moncloa hace dos años

Las 20 exigencias de Vox para aprobar los presupuestos de Mazón: de eliminar ayudas a ONG a recortar el valenciano

Cuando hace unos días Carlos Mazón se lamentaba en conversación privada con un ex dirigente del PP de que no podría acudir a ninguna mascletà y reconocía que apenas podía salir a la calle desde la tragedia de la DANA, el ex president de la Generalitat ya andaba en conversaciones con Vox para que le apoyara los Presupuestos de 2025. “A las Fallas no podré ir, pero del Palau no me moverá nadie”, vino a responder Mazón cuando su interlocutor le pronosticó que, más pronto que tarde, tendría que marcharse. 

A Mazón, de cuya desnutrición moral ya no dudan ni los populares, le importan un bledo los demoledores autos de la jueza de Catarroja, las protestas de los afectados, los 228 muertos, los plantes de su partido y hasta el liderazgo de un Feijóo que este lunes se veía obligado a comerse un segundo sapo del valenciano. El primero ya se le indigestó, cuando precipitó un acuerdo de gobierno con Vox a pocos días de unas generales, lo que dio al traste con su sueño de habitar en La Moncloa. Ahora, suma un nuevo ejercicio de deslealtad justo en el momento en el que la dirección nacional del PP trataba, como consecuencia de la alianza de Abascal con Trump, de desmarcarse de los ultras.

El nuevo giro de guion, con el que Mazón gana tiempo ante las presiones de Génova para que abandone el cargo, llega unos días después de que el líder del PP pusiera el foco por primera vez en la investigación judicial de la DANA e insinuara que su apoyo al president del Consell dependería, no ya de la reconstrucción de Valencia, sino de la instrucción de la magistrada Nuria Ruiz Tobarra. Y es que la jueza que instruye la causa ha estrechado el cerco sobre el president, al que no puede citar como investigado porque es aforado, pero sí ha imputado a su exconsejera de Interior, Salomé Pradas, y al exsecretario de Emergencias, Emilio Argüeso.

Con el de este lunes son ya dos los torpedos lanzados por Mazón en la línea de flotación del liderazgo de Feijóo, con lo que al final podría ser el president de la Generalitat, y no Ayuso, quien dé la puntilla a su liderazgo. A Mazón le perturba mucho más su supervivencia personal y su aforamiento que el futuro político del gallego o las dudas que pueda suscitar el liderazgo nacional, después de que Génova haya tenido que hacer de la necesidad virtud y hecho suyo el pacto suscrito con los ultras.

Escuchar al eterno aspirante a moderado Borja Sémper decir que el PP no ha renunciado a sus postulados ni a sus principios después de que Mazón haya asumido, negro sobre blanco, las tesis de la extrema derecha contra la inmigración, el Pacto Verde europeo o las lenguas oficiales es tan sonrojante como falaz. Y lo mismo cuando añade que los populares aplauden el acuerdo y además tienen intención de extenderlo a otras Autonomías en una especie de déjà vu de lo que vivieron en 2023.

¿Recuerdan cuando, en julio de 2024, Abascal rompió los gobiernos de coalición que tenía con el PP en varias Comunidades por su rechazo a la política migratoria de los populares lo que dijo Feijóo? Ahí va: “El PP no está dispuesto a tragar con cualquier cosa, cumplirá siempre la ley y asumirá responsabilidades como partido de Estado y de Gobierno”. ¿De verdad? Lo que ha hecho Mazón y bendecido Feijóo, además de entregar la Generalitat a la ultraderecha para mantener una presidencia indigna, sin autoridad y sometida a Vox, es un trágala como un castillo y es repetir el mismo error que en 2023.

Es lo que tiene haber llegado a la séptima planta de Génova a lomos de la autonomía de los barones para echar a Pablo Casado y, tres años después, carecer de un proyecto nacional: que un día tiene que surfear la ola de lo que predica Ayuso y al siguiente, mantener el equilibrio tras las embestidas de Mazón. Quien a hierro mata…