El cese de ataques a objeticos energéticos e infraestructuras se parece más a un acuerdo para no dañar más el botín que están empezando a repartirse los futuros propietarios, que a lo que la neolengua de la Casa Blanca ha calificado como un “movimiento hacia la paz”
Donald Trump necesitaba que le entregasen antes de las diez de la noche algo a lo que pudiera llamar paz y colase como tal a quien le conviniese llamarlo así. Ese exacto paquete ha entregado Vladimir Putin con su eficacia habitual antes incluso de la hora garantizada.
Ha resultado una entrega rápida, eficaz y, sobre todo, barata. No podría haberlo hecho mejor. Le ha dado a Trump justo lo que más le gusta: un buen espectáculo con el numerito de la llamada de hombre a hombre ante los ojos del mundo y algo con lo que fanfarronear. Mientras, el líder ruso se queda con las cosas buenas y las tierras más raras.
En esta paz amazon no se incluye nada para Ucrania; tampoco para Europa. Si en alguna cancillería de la UE piensan que la entrega también venía para ellos, se estarán engañando. Putin y Trump están sentando el patrón para repartirse lo que vaya quedando de la UE.
A falta de conocer más detalles del acuerdo, hace falta tener mucha fe no solo para llamarlo paz, sino para siquiera calificarlo de alto el fuego. El cese de ataques a objeticos energéticos e infraestructuras se parece más a un acuerdo para no dañar más el botín que están empezando a repartirse los futuros propietarios, que a lo que la neolengua de la Casa Blanca ha calificado como un “movimiento hacia la paz”. Ambos han pactado no seguir destruyendo y deteriorando el valor de su inminente propiedad. Cuanto menos haya que gastar en la reconstrucción de infraestructuras y sistemas energéticos, mejor para los negocios; más margen de beneficio.
Putin gana treinta días para seguir consolidando y ampliando los territorios conquistados, continuar haciendo la guerra cuerpo a cuerpo donde ya llevaba mucha ventaja y bloquear a Ucrania en el único terreno donde aún conserva alguna iniciativa, como demostró con el ataque de drones a Moscú. Todo ello amparado, además, bajo el paraguas propagandístico de la administración Trump y bajo la supuesta legitimidad de un supuesto acuerdo de paz. Por si faltaba algún detalle al negocio, están para cerrar otro acuerdo para que Putin no tenga que preocuparse más por el Mar Negro y pueda concentrarse al cien por cien en anexionar el Dombás.
El intercambio de 175 prisioneros y la repatriación a Ucrania de 23 heridos graves de guerra ofrece la coartada para blanquear el acuerdo y poner toda la presión sobre Zelenski. Si el presidente ucraniano se niega a que sigan sisando por la fuerza territorios y recursos, mientras se abre fuego a discreción sobre los soldados que se pongan en medio, el presidente ucraniano será el malo, el avaricioso autócrata que no quiere la paz frente a dos hombres de concordia como Trump y Putin. Por el bien de la paz, no quedará otra que seguir negándole la ayuda militar y la inteligencia.
Donald Trump gusta de presentarse como un hábil negociador, capaz de convencer incluso a decenas de miles para que se comprasen el libro –El Arte del Trato– donde explicaba lo buen negociador que era. Pero al lado de Vladímir Putin no pasa de aprendiz.