La arquitectura modernista irrumpió en España a finales del siglo XIX, trayendo consigo un aire de novedad y rebeldía frente a los estilos tradicionales. Inspirado en corrientes europeas como el Art Nouveau, el Jugendstil o el Sezessionstil, el modernismo se caracterizó por la incorporación de elementos naturales, la asimetría y el uso creativo de materiales como el hierro y el vidrio. Su esencia ha logrado que muchas ciudades españolas sean verdaderos museos al aire libre, donde cada edificio cuenta una historia de innovación y pasión por el detalle.